Isaac Babel (1894-1940)
Nació el 13 de julio de 1894 en Odessa, el principal puerto ucranio del Mar Negro. Era hijo de un comerciante acomodado de Kiev y de una judía moldava.
Su ciudad natal es más que un decorado de los relatos. Como todo puerto, Odessa fue siempre extraordinariamente cosmopolita, un abigarrado punto de entrada, tanto como de salida en el que confluían gentes de lo más variopintas. Frontera con el Imperio Otomano, a las puertas de Asia Central y de Oriente Medio, comercial y contrabandista a partes iguales, Odessa atrajo desde siempre a los más grandes hombres de letras del imperio ruso. Como a Pushkin y a Gógol.
Aunque su familia abandonó pronto el barrio de Moldavanka y se instaló en el área más acomoda del centro, los arrabales están presentes en la obra de Babel como un cruce de muchos caminos culturales subterráneos, desde el Talmud y el yiddish hasta la Biblia crisitana. El puerto no libraba a los judíos de los pogroms y persecuciones, marcando la personalidad del joven escritor, que comenzó a apreciar la literatura, especialmente Maupassant y la narrativa francesa.
En 1914 acabó la carrera en la Facultad de Derecho de Saratov y dos años más tarde se trasladó a Petersburgo a cusa de la guerra mundial, donde también fue perseguido por su origen judío. Tuvo que recurrir a la amistad del camarero de café que lo ocultó en su casa, a un acento lituano adquirido en Sebastopol y a un pasaporte apócrifo.
De esa fecha datan sus primeros escritos: dos o tres sátiras del régimen burocrático zarista, publicadas en la famosa revista mensual de Gorki Letopis (Anales) que le atrajeron la atención de la policía. Fue acusado de pornografía y de incitar al odio de clases.
La revolución rusa le libró de esta nueva persecución, y él correspondió colaborando activamente con la causa de los bolcheviques, pese a lo cual su obra se interesa ante todo por los personajes marginales y del hampa, especialmente judíos.
Gorki le había transmitido un poco de su propia peripecia personal de vagabundo, y asintiendo, Babel empezó a viajar y acercarse al pueblo, a sus problemas e inquietudes. Como era un buen jinete, se incorporó a principios de 1921 como comisario político y agregado de prensa a un regimiento de cosacos. Mientras combatía en en el frente de Rumanía y luego en la campaña contra la invasión polaca, algnos relatos suyos aparecieron en la LEF, la revista vanguardista de Maiakovski.
Su experiencia militar le sirvió para escribir Caballería roja, una de las novelas más importantes de la revolución rusa, en la que narra la formación del legendario cuerpo creado por Budienny. Sus narraciones recogen muchas expresiones del argot cosaco, lo que no deja de resultar curioso en un colectivo social que bajo el zarismo se había caracterizado por la saña con que perseguían y asesinaban a los judíos.
Pero el mariscal Budienny criticó a su comisario político por la descarnada descripción del horror de las batallas y la crueldad que los relatos transmitían, y trató de impedir la publicación de la obra. Salieron en su defensa Gorki y Furmanov, que defendieron la obra de Babel. Gorki llegó a comparar Caballería Roja con el Taras Bulba de Gogol. En medio de la polémica finalmente Stalin salió en apoyo de Babel, reconociendo el gran mérito literario de los relatos.
Desde 1923 su esposa se había trasladado a París con su hija, y él mismo vajó a Francia poco después pero, en contra de los rumores que circularon entonces, no quiso abandonar al país de los soviets y regresó a la URSS, donde ocupó varios cargos oficiales como periodista. También intentó viajar a Italia para encontrarse con Gorki, pero el gobierno le denegó el visado.
En Francia le ofrecieron realizar una versión cinematográfica de Caballería Roja, pero censurada, a lo que se negó.
Regresó a la URSS para intervenir en el Congreso de Escritores Soviéticos de 1934, donde defendió la ponencia Nuestro enemigo es al trivialidad. Al año siguiente acudió a París para intervenir en el I Congreso de Defensa de la Cultura y la Paz.
Volvió a Odessa para documentarse antes de escribir los Cuentos de Odessa. Se instaló como huésped en la casa de un confidente de los bandidos que consideró muy sospechosa lo que no era sino curiosidad literaria. Su anfitrión cayó asesinado, víctima de un peligroso doble juego (vendió la información para cometer un mismo atraco a dos bandas rivales) y Babel siguió la recomendación de la policía de poner tierra por medio.
Entre 1925 y 1938 escribió 21 relatos de aprendizaje y 16 de precoz madurez, a los que hay que sumar su Diario y numerosos reportajes desde Leningrado, Georgia y Francia, textos recogidos a partir de manuscritos y variaciones, dos obras de teatro y cinco detallados guiones para películas mudas.
La carta es un ejemplo de la maestría narrativa de Bábel. Fue publicada inicialmente por Maiakovski en su revista LEF en 1924.
En este relato Babel narra la historia de una venganza entre padre e hijo. La venganza queda justificada por la conducta del padre, que no duda en matar la sangre de su sangre. Por ello el hijo puede matar a su padre de modo vengativo, de manera que no se percibe juicio alguno de censura. Sin embargo, la Revolución es el verdadero transfondo del relato.
Babel justifica la venganza en un tono frío y realista que se manifiesta sobre todo en la elección del género epistolar como vehículo narrativo. Este espíritu vengativo trasciende la naturaleza de la lucha entre seres enfrentados y pone de relieve la violencia con que se respondía a las injusticias.
En ella pone en práctica uno de los géneros que cultivó con mayor frecuencia, el género epistolar. La carta sirve, de este modo, para construir una historia de ficción. De echo poco queda en el relato fuera del marco epistolar, tan sólo, una pequeña introducción, en la que el narrador se presenta como transcriptor de las palabras de Kurdjukov:
He aquí la carta que Kurdjukov me ha dictado para su pueblo. No merece el olvido. La he copiado sin arreglarla y la transmito literalmente de acuerdo con la verdad.
La carta se inicia con una formula estereotipada que el primer narrador, el narrador externo a la carta, trata de resumir:
Querida mamá Eudokia Feodorovna:
En las primeras líneas de esta carta me apresuro a informaros que gracias a Dios estoy vivo y sano y que deseo saber lo mismo de Usted. Y también le saludo profundamente con la cabeza inclinada hasta el suelo... (sigue la relación de parientes, compadres, etc.)
También se incluyen las peticiones propias de una carta que no tienen nada que ver con el núcleo del relato que se añade posteriormente, pero que añaden verosimilitud a lo que se cuenta:
Amada mamá Eudokia Feodorovna. Mándeme lo que poda según vuestras fuerzas y posibilidades. Le ruego que mate al cerdito pintado y me envie un paquete dirigido al Politotdiel del compañero Budienny, a Basilio Kurdjukov.
A esta misma finalidad responden todos los datos que el narrador interno y testigo de los hechos que se refiere posteriormente, da sobre sí mismo:
Todos los días voy a dormir sin comer y sin vestido, así es que tengo mucho frío [...] Puedo escribiros también que este lugar es paupérrimo.
Al tratarse de una carta, la intriga que presenta no plantea la trama desde su inicio, sino que, debido a que el destinatario de la carta conoce ya a los personajes que participan en ella e incluso los sucesos anteriores, sus datos se omiten. Este procedimiento también contribuye a dar mayor veracidad al relato.
La intriga se inicia con la muerte de uno de los hermanos de la madre, Feodor Timofeich Kurdjukov, a manos del padre del narrador:
En las segundas líneas de esta carta me apresuro a escribiros que papá ha matado a golpes al hermano Feodor Timofeich Kurdjukov hace un año. Nuestra brigada roja asaltaba la ciudad de Rostov, cuando en nuestras filas ocurrió una traición. Papá estaba con Denikín como comandante de compañía. Los que lo han visto decían que portaba medallas sobre el pecho como se usaba bajo el viejo régimen. Y a causa de esta traición hemos sido hechos todos prisioneros y el hermano Feodor Timofeich ha caído bajo los ojos de papá. Papá comenzó a golpear al tío diciéndole: bestia, perro rojo, hijo de perra y otras cosas. Y comenzó a golpearle hasta que vino la noche, hasta que el hermano Feodor murió. Yo os escribí entonces para deciros que vuestro hermano Fedia yace sin cruz. Pero papá me sorprendió con la carta y me dijo: sois hijos de vuestra madre, sois hijos de su misma raíz de prostituta, pero soy yo el que la ha fecundado y lo haré todavía, mi vida está arruinada, por la verdad destruiré mi simiente y otras cosas.
Tras el crimen el narrador protagonista decide huir. A menudo interrumpe el rumbo de los acontecimientos para dar detalles de los lugares que visita:
De Voronez os puedo decir, amada madre Eudokia Fedorovna, que es un pueblo magnífico. Será más grande que Kranodar, los hombres son muy hermosos y los riachuelos son muy adecuados para los baños.
El narrador añade datos sobre sus amistades en el ejército y de cómo éstas se pueden aprovechar en el terreno personal a la hora de conseguir algún favor político en los tiempos inestables de la Revolución:
En este tiempo Semion Timofeich, quería ser, por su temeridad, comandante de todo el regimiento y el compañero Budienny dio una orden y recibió dos caballos, buen vestuario, un carro separado para el equipaje y la condecoración de la bandera roja. Yo era considerado como su hermano. Ahora si algún vecino se permite ofenderos, Semion Timofeich lo podrá desollar sin más ni más.
El padre deserta porque se considera fiel al Antiguo Régimen. Vive de incógnito en casa de un vecino que lo mantiene escondido. Cuando el protagonista conoce la noticia, se dirige a buscarlo: Montamos a caballo y caminamos doscientas verstas, yo, el hermano Senka y los voluntarios del campamento.
La lucha por conseguir la custodia del padre, que mientras tanto ha sido capturado, se hace difícil a causa de la diversidad de mandos que operan en la revolución:
¿Y qué cosa vimos en la ciudad de Maikop? Vimos que los retrovías no simpatizan con el frente y que en todas parte se encuentra traición y una banda de judíos, como bajo el viejo régimen. Semion Timofeich ha reñido mucho en la ciudad de Maikop con los judíos porque éstos no querían entregar a papá y lo habían encerrado en una prisión bajo llave, diciendo que había llegado orden del compañero Trotski de no matar a los prisioneros: Nosotros mismos lo juzgaremos, no os molestéis, recibirá el castigo que merece. Pero Semion Timofeich se salió con la suya. Demostró que era el comandante del regimiento y que el compañero Budienny le había otorgado todas las condecoraciones de la Bandera Roja y amenazó con acabar con todos los que discutían por papá y no lo entregaban.
Finalmente, consiguen apresar al padre. Entonces se establece un diálogo entre padre e hijo en el que se pone de relieve el móvil vengativo que mueve al protagonista a apresar a su padre como traidor a la causa revolucionaria y como autor de sus crímenes anteriores:
¿Se encuentra bien en mis manos, padre?
- No, dijo su padre, me siento mal.
Entonces Senka preguntó:
- Y Feodor se sentía bien en sus manos cuando lo cortaron en pedazos?
- No, respondió el papdre, Feodor estaba mal.
Entonces Senka preguntó:
- Y no ha pensado, padre, que también usted estaría mal?
- No, dijo el padre, no he pensado que estaría mal.
Senka se volvió a los hombres y dijo:
- Yo creo que si hubiese caído en manos de los vuestros no habría tenido salvación. Ahora, padre, acabaremos con usted.
La escena finaliza con la muerte del padre. Es el momento de máximo clímax del relato en donde se manifiesta con mayor intensidad la violencia de la revolución. Se resta a la escena el patetismo de otras obras realistas mediante la omisión de la ejecución, la cual se establece mediante las suposiciones que el narrador extrae de lo acontecido:
Tiomofei Radionovich comenzó a injuriar descaradamente a Senka con insultos a la madre y a pegarle en el rostro. Semion Timofeich me mandó fuera del patio. De manera que no puedo, querida madre Eudokia Feodorovna, contaros cómo han muerto a papá, porque no he estado presente.
La narración prosigue con extrema frialdad, de modo que el narrador salta a la despedida final de la madre sin que aparezca una mínima reflexión sobre los trágicos hechos que acaban de ocurrir. Al fin y al cabo se acaba de matar al padre del autor de la carta y éste se muestra como un sujeto frío, que no responde con ningún sentimiento de culpa ante esa muerte tan próxima que acaba de suceder. Su venganza ha quedado saciada.
La acción, finalizada la carta, vuelve al momento de escritura de la misma. Allí el protagonista pretende justificar su actitud mediante el comportamiento censurable de su padre. El narrador en ese momento reitera su fidelidad a las palabras de Kurdjukov con un propósito de realismo y veracidad:
Esta es la carta de Kurdjukov. Ni siquiera una palabra ha sido cambiada. Cuando terminé de escribir, él tomó la hoja escrita y se la escondió en el pecho, sobre la carne desnuda.
- Kurdjukov, le pregunté, era malo tu padre?
- Mi padre era un perro, me respondió sombrío.
- ¿Y tu madre es mejor?
-Mi madre puede pasar. Si quieres verla, he aquí nuestra familia.
Me tendió una fotografía maltratada. Estaba ahí la imagen de Timofeich Kurdjukov, un militar de anchas espaldas, con una gorra de servicio y con la barba bien peinada, con los pómulos amplios, inmóvil, la mirada chispeante en ojos sin color ni expresión. Junto a él, en un silloncito de junco estaba sentada una campesina muy pequeña con una blusa ancha y un rostro enfermizo de lineamientos claros y tímidos. Y cerca del muro, sobre el mísero fondo fotográfico provinciano con flores y con palomas, se erguían dos jóvenes monstruosamente altos, obtusos, de anchas caras, de ojos salientes, petrificados, como estaban durante los ejercicios los dos hermanos Kurdjukov, Fedor y Semion.
La sal, relato perteneciente a Caballería Roja, entra también en el género epistolar y se convierte en otro valioso testimonio histórico acerca de la Revolución. El autor con la elección de este género, insiste en el afán de realismo y verosimilitud que el texto muestra. La carta se abre con una explicación de las pretensiones del narrador:
Querido compañero redactor: Quiero describirte a ciertas mujeres inconscientes que son dañosas para nuestra causa.
La carta va dirigida al redactor de un periódico, es decir, a una persona cuya función es informar sobre los hechos que suceden en la realidad. La clave del periodismo es la información veraz y, partiendo de esta idea, la carta, y en consecuencia el texto literario, se convierte en un ejemplo de realidad para el lector. El sentido ejemplificante se encamina a convencer sobre el sentido de las ideas revolucionarias. Por ello, Babel acude a un molde pretendidamente realista y pone su obra al servicio de lo social y concretamente al servicio de los intereses del proletariado y la revolución.
Babel acude a una literatura realista y su obra se convierte en un elemento de la revolución. Por ello el narrador critica aquellos elementos que dañan a la revolución y critica los gustos burgueses de la provincia en donde transcurren los hechos relatados, pero se resguarda, dentro esa óptica realista, al decir que sólo hablara de lo que ha sido su propia experiencia y de lo que ha visto con sus propios ojos:
Supongo que vosotros, recorriendo el frente civil, del cual habéis tomado nota, no habréis dejado de conocer la antigua estación de Fastov que se encuentra muy lejos en cierto Estado, en un lugar desconocido. Yo naturalmente he estado allí y he tomado la cerveza casera; he mojado en ella los bigotes, pero en la boca no ha quedado nada. De esta estación hay muchas cosas que narrar. Pero, como se dice en nuestro ambiente primitivo, no se puede transportar toda la suciedad de los señores. Por esto te describiré solamente lo que han visto mis propios ojos.
El narrador pretende sujetarse a los datos que provienen de su propia experiencia para afianzar el carácter realista del texto que llegue al lector. Por ello la narración se viste de un estilo sencillo en el que prima la narración frente a la descripción, con frases cortas, sin ornato y con la presencia en su mayoría de vocablos con significación denotativa.
A pesar de este revestimiento formal, muy semejante al del periodismo, los juicios subjetivos y las intervenciones del narrador son abundantes, así como los adjetivos valorativos que salpican con frecuencia el texto.
En el contenido de la carta este narrador testigo relata su experiencia en un tren del ejército. Al llegar a la estación de Fastov, se produce una parada que se prolonga más de lo necesario. El narrador decide averiguar la causa:
Y realmente la parada fue enorme, porque los portadores de sacos, estos enemigos perversos, en medio de los cuales se encontraban muchos del sexo femenino, obraban del modo más descarado con las autoridades ferroviarias. Sin ningún miedo se aferraban a las manecillas de los vagones, corrían sobre los techos de fierro, molestaban, importunaban. Cada uno llevaba el acostumbrado saco de sal con un peso a veces de cinco puds. Pero no duró mucho el triunfo del capital de esos contrabandistas. La iniciativa de los soldados de los vagones dio la posibilidad a la ultrajada autoridad de los ferroviarios para respirar libremente. Quedaron sólo las mujeres con sus atados. Los soldados tuvieron piedad de ellas y permitieron a algunas entrar en el carro del ganado, aunque dejando en el andén a otras. También en el carro del segundo pelotón se instalaron dos muchachas.
Una de las mujeres intenta conseguir un pasaje rogando al narrador:
Dejadme entrar, gentiles cosacos. He pasado la guerra sufriendo en las estaciones con un niño de pecho en los brazos. Ahora quiero ver a mi marido, pero a causa del ferrocarril no es posible viajar. No encontraré gracia ante vosotros queridos cosacos?
La voluntad de la mayoría es la que debe tomar la decisión: La decisión del pelotón será vuestra suerte.
Los soldados se compadecen de la mujer, después de deliberar.
El narrador interrumpe con frecuencia la narración para describir el ambiente de esa noche en el tren con la intención de ofrecer la impresión de que el tiempo transcurre:
A la tercera campanada el tren partió. La bella noche se tendió sobre nosotros como una cortina. En la cortina estaban las estrellas. Los soldados recordaban la noche de Kuban con sus estrellas verdes. El pensamiento voló como un pájaro. Y las ruedas del tren resonaban sin tregua.
Recuperado el hilo, el narrador testigo se da cuenta de que el bebé que viaja en brazos de esa mujer no es más que el paquete en el que la mujer esconde productos de contrabando. El narrador descubre a la mujer y se dirige a los cosacos:
He aquí un niño interesante, compañeros, que no quiere mamar, que no moja sus pañales y no molesta a la gente que duerme.
Y la mujer no tiene más remedio que reconocer su delito:
- Perdonad, queridos cosacos -interrumpe la mujer con mucha frialdad- no soy yo la que os ha engañado, sino mi desgracia.
- Balmachov perdonará tu desgracia -respondo-. A Balmachov no le cuesta caro: vende por lo que ha comprado, pero dirígete a los muchachos, mujer, los cuales te han elevado al sitio de una madre trabajadora en la república. Dirígete a estas dos muchachas que lloran ahora, por lo que han sufrido por nosotros esta noche. Dirígete a nuestras mujeres que en el Kuban fértil consumen sus fuerzas femeniles sin sus maridos, mientras éstos violan a las muchachas que pasan por sus vidas. A ti no te han tocado, aunque tú, monstruo, eras aquella que se debía tocar. Mira a Rusia abrumada de dolor.
A la vista está que la condición humana se rebaja en virtud de los acontecimientos y que en caso de necesidad las personas intentan subsistir de la mejor manera. Pero en el cuento de Bábel las personas son juzgadas por su adhesión a la revolución: estamos ante una situación de guerra y se trata de un delito de contrabando, pero los soldados piensan que es justificado un ataque contra la mujer. Ella, finalmente, reconoce su delito y saca una bolsa de sal:
- He perdido mi sal, no tengo miedo de decir la verdad. Vosotros no pensáis en Rusia, vosotros salváis a la los judíos Lenin y Trotski.
El narrador mediante sus palabras textuales, mediante las voces de los personajes y mediante la narración en tercera persona interfiere valorativamente en los hechos, haciendo una apología en donde se ensalza a los dirigentes de la revolución:
Ahora no se trata de los hebreos, mujer dañosa. Los hebreos no tienen aquí nada que hacer. Además no hablo de Lenin, pero Trotski es hijo condenado del gobernador de Tambov y ha salido de su clase para servir a la clase de los trabajadores. Como forzados, Lenin y Trotski nos conducen por la vía libre de la vida, mientras tú, lúcida ciudadana, eres más contrarrevolucionaria que aquel general blanco que con su sable afilado nos amenaza sobre su caballo blanco que cuesta miles. Al general se le ve de todos los caminos y el trabajador piensa y sueña en cazarlo. A ti, ciudadana desgraciada, no se te ve con tus niños que no piden pan y no corren fuera, no se te ve porque eres como una pulga y muerdes, muerdes, muerdes, muerdes...
Yo confieso, en verdad, haber arrojado fuera del tren en marcha a esta ciudadana, que, rústica como era, permaneció sentada un momento, con las polleras al viento, y luego continuó por su vil camino. Viendo a esta mujer incólume y a la Rusia inefable en torno suyo y los campos de los labriegos sin espigas y las muchachas y los compañeros ultrajados muchos de los cuales van al frente pero muy pocos regresan, yo quería saltar del vagón y acabar conmigo y con ella.
La mujer es arrojada del tren en marcha y muere. La muerte de la contrabandista significa un hecho de justicia para la revolución:
...lavé de vergüenza el rostro de la tierra trabajadora y de la república.
El texto finaliza con una promesa de actuar con la misma justicia sobre cualquier elemento que traicione la revolución:
Y nosotros, soldados del segundo pelotón, juramos ante tí, querido compañero redactor, y también ante nosotros, queridos compañeros de la redacción, que procederemos sin piedad, contra los traidores que nos arrastran a la fosa y quieren hacer correr el río hacia atrás y cubrir Rusia de cadáveres y de yerbas muertas.
El relato termina con un programa en el que se amenaza con la muerte a cualquiera que suponga un obstáculo para la causa socialista, un programa que reviste la misma rotundidad que los manifiestos de la vanguardia, porque la vanguardia pretendía amenazar al sistema social y a la institución artística como fórmula de protesta ante el viejo mundo y como forma de reafirmación de la actitud del nuevo siglo.
Bábel muestra la revolución, a un pueblo de campesinos luchando contra la clase opresora. Por un lado, se justifica el uso de la violencia contra quienes se oponen a la revolución y, por otro, se reviste de la virulencia y rotundidad con que los vanguardistas firmaban sus proclamas.
Hoy no cabe duda de que Babel es el mejor judío que escribió en ruso, aunque en su obra influyan también culturas tan distintas como la hebrea y la francesa. Él mismo reconoció su papel en la nueva literatura soviética, afirmando que en un ambiente literario plano y estereotipado, le correspondía aportar nuevas ideas, nuevas sensaciones y ritmos.
En mayo de 1937 fue detenido a causa de una denuncia falsa en Peredelkino, la ciudad de los literatos soviéticos. Fue injustamente fusilado el 27 de enero de 1940 a los 46 años de edad tras permanecer un año en prisión. El feroz cerco imperialista había conducido a algunos sectores de la URSS a un estado de histeria que les impedía diferenciar a sus amigos de sus verdaderos enemigos. Algunos como Babel lo pagaron con su vida.
Obras de Isaac Babel en castellano:
Caballería roja, Era, México, 1986; también en Editorial Bruguera, Barcelona, 1981 Cuentos de Odesa y otros relatos, Alianza Editorial, Madrid, 1972 El comandante del escuadrón, Libros de la Pupila, Uruguay, s/f Debes saberlo todo. Relatos 1915-1937, Alianza Editorial, Madrid, 1976
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lunes, 27 de julio de 2009
P. Clásicos Argentinos
Juan L. Ortíz A la orilla del río... HYPERLINK \l "2"A Teresita Fabani Ah, esta tarde encendida... HYPERLINK \l "4"Ah, los crepúsculos... Ah, mis amigos... HYPERLINK \l "6"Al Paraná HYPERLINK \l "7"Alma sobre la linde... HYPERLINK \l "8"Colinas, colinas... HYPERLINK \l "9"Deja las letras... HYPERLINK \l "10"Dulce es estar tendido... El Aguariba y florecido HYPERLINK \l "12"El manzano florecido HYPERLINK \l "13"El pueblo bajo las nubes Ella... Ella... Ella iba de pana azul... HYPERLINK \l "17"En las gargantas del Yan-Tsé Es Otoño, muchachos... Entre diamante y Paraná HYPERLINK \l "20"Fui al río... HYPERLINK \l "21"Grillo en marzo
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A la orilla del río ...
A la orilla del ríoun niño solocon su perro.A la orilla del ríodos soledadestímidasque se abrazan.
¿Qué mar oscuro,qué mar oscuro,los rodea,cuando el agua es de cieloque llega danzandohasta las gramillas?A la orilla del ríodos vidas solasque se abrazan.Solos, solos, quedaroncerca del rancho.La madre fue por algo.El mundo era una crecidanocturna.¿Por qué el hambre y las piedrasy las palabras duras?Y había enredaderasque se miraban,y sombras de sauces,que se iban,y ramas que quedaban…
Solos de pronto, solos,ante la extraña nocheque subía y los rodeaba:del vago, del profundoterror igual,surgió el desesperadoanhelo de un calorque los flotara.
A la orilla del ríodos soledades purasconfundidassobre una isla efímerade amor desesperado.
El animal temblaba.¿De qué alegríatemblaba?El niño casi lloraba.¿De qué alegríacasi lloraba?
A la orilla del ríoun niño solocon su perro.
A Teresita Fabani
La sombra, al fin, la sombra en que ya casi flotabas,
te cubrió, frágil niña, con la ola temida
que golpeaba contra tu cabecera en el desvelo visionario.
Ah, la luz del alba celeste, en las cortinas, qué vana,
qué vana la franja de oro desvaído en la pieza,
y qué vanas las flores, y qué vano el gesto largo de tus brazos,
llamando, ay, llamando sobre tu cabellera ya medio anegada.
Los finos brazos de cera hacia una luz con alas, apenas luz,
pero donde temblaban jardines y campanas de media tarde,
hacia, a pesar de todo, la esperanza, otro ángel,
que solía traerte un chal para los breves hombros al crepúsculo,
un aire amigo, lírico, para la asfixia de la noche,
y un ligero conjuro para los fantasmas últimos de la noche…
Qué solos, frágil niña, qué solos los largos brazos llamando!
¿Se desesperaron frente a la crecida extraña, extraña?
¿O encontraste en lo hondo, en la pálida aurora abisal,
que "todo tenía nombre", el nombre, ay, cambiante pero el
único de nuestro amor
y del amor de todo con los números de que tu alma ya estaba
melodiosa?
Oh, si esa melodía oscura de tu alma
se hubiera fundido dulcemente, y en seguida
con las ondas que traerían ahora el día profundo, musical
—esas ondas que habías sentido y que rehuías, marea etérea,
infinita, de estrellas en el vértigo—,
y estarás ya, frágil niña, de vuelta en estas ramas que se mecen,
serena ya, de aire sobre nuestra tristeza
y nuestra inquietud vaga por ser dignos de ti
hasta en los menores gestos grises de una mañana de invierno:
criatura toda de música, de la música de aquí y de la música
de allá,
atravesada como un lirio sobre la corriente del límite,
crucificada largamente, largamente, sobre el filo mismo del
límite:
del aire, frágil niña, del aire y de estas ramas,
la sonrisa sin herida, y la voz sin penumbra rota ahogada…
al fin, al fin?
Ah, esta tarde encendida...
Ah, esta tarde encendida, amigos, esta tarde,de un oro vegetal iluminada today toda penetrada de la gracia celestequé dulce, ah, qué dulce! entre el follaje frágil:
lluvia pálida o fluido casi primaveralcon una muy secreta y fragante nostalgiade alma. Luz celeste y sensible mirandoentre la irradiación de la muerte suntuosa.
...Fue en Abril, sí, en Abril, en los primeros díasen que empieza a reinar un orden aún tiernoen las cosas. Venía distraído. De prontoal volver de una esquina suburbana aquel árbolme sorprendió con una presencia tan perfecta,tan acabada, que, en un milagro hubede creer. Parecía destacado con unequilibrio, un ritmo, del todo musical,
en la plenitud grave y frágil de sus formas.Y todo al punto se ordenó en torno de élen una paz que hubiera madurado el sensiblepensamiento latente ya del mediodía.
Ah, los crepúsculos de allá...
Ah, los crepúsculos de allá. Iguales a los de acá.La misma tristeza primaveral, límpida.Y los grillos, los grillos...
Y la brisa, casi el viento,con la misma melancolía, de qué agua invasora?en las islas de los follajes.
Ah, mis amigos, habláis de rimas...
Ah, mis amigos, habláis de rimas
y habláis finamente de los crecimientos libres...
en la seda fantástica os dan las hadas de los leños
con sus suplicios de tísicas
sobresaltadas
de alas...
Pero habéis pensado
que el otro cuerpo de la poesía está también allá, en el Junio
de crecida,
desnudo casi bajo las agujas del cielo?
Qué haríais vosotros, decid, sin ese cuerpo
del que el vuestro, si frágil y si herido, vive desde "la división",
despedido del "espíritu", él, que sostiene oscuramente sus
juegos
con el pan que él amasa y que debe recibir a veces
en un insulto de piedra?
Habéis pensado, mis amigos,
que es una red de sangre la que os salva del vacío,
en el tejido de todos los días, bajo los metales del aire,
de esas manos sin nada al fin como las ramas de Junio,
a no ser una escritura de vidrio?
Oh, yo sé que buscáis desde el principio el secreto de la tierra,
y que os arrojáis al fuego, muchas veces, para encontrar el
secreto…
Y sé que a veces halláis la melodía más difícil
que duerme en aquellos que mueren de silencio,
corridos por el padre río, ahora, hacia las tiendas del viento…
Pero cuidado, mis amigos, con envolveros en la seda de la
poesía
igual que en un capullo...
No olvidéis que la poesía,
si la pura sensitiva o la ineludible sensitiva,
es asimismo, o acaso sobre todo, la intemperie sin fin,
cruzada o crucificada, si queréis, por los llamados sin fin
y tendida humildemente, humildemente, para el invento del
amor…
Al Paraná
Yo no sé nada de ti...
Yo no sé nada de los dioses o del dios de que naciste
ni de los anhelos que repitieras
antes, aún de los Añax y los Tupac hasta la misma
azucena de la armonía
nevándote, otoñalmente, la despedida
a la arenilla...
No sé nada.. .
ni siquiera del punto en que, por otro lado, caerías
del vértigo de la piedra
bajo los rayos...
No sé nada...
O sé, apenas, que el guaraní te
asimiló
al mar de su maravilla...
y que ese puma de tu piel que te devuelve, intermitentemente,
el día
lo tomas en un rodeo, no?,
de tu destino. . .
No sé nada.. .
Aunque me he oscurecido, en ocasiones, al
sentirte, arriba,
entre un miedo de basalto,
buscándote,
buscándote
sin el ángel del sabiá,
aún. . .
Y me he recobrado, luego, contigo, en la Anaconda que
decían.. .
y hasta cuando denunciabas
sobre ti
a los máuseres de las Compañías...
No sé nada. ..
Aunque te conocí, ha mucho, allá, donde mi río
es de tu eternidad
de Palmas...
y por el salmón o por el rosa de Ibicuy
y por las lunas de Zárate
y por la línea de tu agonía en el estuario, finalmente,
del alba...
Mas éste sería
tu sentimiento,
y éste, acaso, el misterio que pareces bajar desde los
mismos
torbellinos del círculo?
No sé nada de ti. . . nada de ti. . .
Es, acaso, decirte enteramente, decir tus avenidas, sólo,
al fin,
de silencios sin orillas,
que podrían ser, es verdad, derivaciones de gracia corriendo a
redimir
oh Canals,
la palidez del Norte?
Es, por ventura, presente, siquiera,
el acceder únicamente a las escamas de tus minutos,
bajo lo invisible, aún,
que pasa…
o a las miradas de tus láminas
o de tus abismos,
en los vacíos o en las profundidades de la luz,
de tu luz?
Y se podría hablar de ti,
intimando, aún por años, con las figuraciones que reviste,
diríase,
aquí y allá, la corriente
de tu ser?
Oh no...
no se podría, me parece,
tocarte todavía
así…
Cómo,
entonces, cómo,
asumir tu duración sin probabilidad de disminuir
tu tiempo, tal vez, de dios?
Y en el tiempo de un dios, qué de los que vinieron a
apagar
las hogueras que te amanecían...?
y qué de los monosílabos que presumiblemente respondían a
las gamas
de tus espesuras de flautas
y que se desconocían entre sí,
al llegar a interponerles; tú, las seis o siete
leguas
que entonces te abrían...?
Y qué de los dueños que arriaban, de arriba, todo un
río de mugidos
hacia los potreros que fluían, aquí,
y que sólo detenía tu hermano con esa vena del naciente o ese
azul
del surtidor de las avecillas...?
Y qué de aquél de la "Rinconada" enfrentándolos, el
único,
más "adelante" que el siglo
y junto a la aorta del "país"?
Y qué del otro que te cruzara por tres veces
para salvar a Mayo
de los cuernos de la derecha y de los cuernos del sur…?
Qué, pues, todo ello y lo demás,
si tú no sabes y no podrías saber, por otra parte, de las
milicias de la ceniza,
ni de una sociedad de sílabas
ni de una codicia de millas...
ni menos de los intercesores de los últimos,
como tampoco de la caballería que se atreviera a rescatar
el sol... de las neblinas,
para el "interior" al "exterior" no?, por ahí:
del azar o del olvido:
qué…?
"Maya", entonces, asimismo,
para ti...
"Maya" las llamas y el vocabulario que se
entendía…
"Maya" la cuaresma
sobre las lenguas de tus orillas...
"Maya" el despojo y la lujuria de praderías…
y la vista en alto, y la orden de las cañas, triplemente
vadeándote,
por los derechos del día...?
"Maya", con más motivo, esos celestes de tus pupilas,
o de concentración,
en que, místicamente, desaparecerías, o poco menos, con tu
tarde, sí
en la palidez del uno,
allá,
a no ser unas pestañas empequeñeciéndose en un cielo
o en un infinito de islas...?
Y "Maya", así,
esa, si se quiere, sensibilización de la ausencia, ésa en que tú
libras
o recreas,
con unos signos que huyen,
el rostro mismo, diríase,
del éter...?
Pero no sé nada de ti.
Nada. Nada.
Y hace, sin embargo, diecinueve setiembres que te miro y te
miro.
Mas, es cierto, te miro
con los ojos de aquél a cuyo borde abrí los
míos…
No podría hacerlo sino así.
He de llevarlo, bien íntimamente, y a la izquierda, claro,
del latido,
y es él, sin duda, el que me haría preferir
tu enajenamiento en el cielo
a esa piel que hubiste, muy significativamente, de investir
por ahí...
y que asorda los momentos en que debes de sentirte
más leoninamente contigo...
Pero por veces, es verdad, sin una pluma que lo explique
desde el secreto, aún, del aire,
flotas por el atardecer no se sabe qué alma
que suspendiese como el fluido
de una inmanencia de cisne...
Mas ve, ve:
sigo mirándote, mirándote, con las niñas del
origen…
Y todavía de aquí,
de aquí,
en que por ceñir, o poco menos, a la ciudad
a la que hubiste,
sacramentalmente, de "alzar"
una "debilidad" más que de padrino, no podrías, no
naturalmente, reprimir...
Y es así
que aun en la tempestad que te estira hasta el confín,
diríase,
en una unidad de siena
que quemase el caos... el caos...
pareces desplegarte lo mismo que una "cinta" para ella
detrás de los vidrios
y sobre la barranca que le cincelaran
todavía…
Pero perdóname que insista
e insista:
no sé nada de ti. Nada, en realidad, de ti. Y no podré
decirte jamás...
No es una "madera"
sino un "metal", o los metales, mejor, o más de acuerdo, aún,
las ráfagas de unas tuberías,
o las ondas de unos hechiceros,
lo que requeriría eso que recelas
bajo lo femenino que te prestan las veleidades de
las horas
en complicidad con las estaciones
y con tu infidelidad misma
al que nombras
y con la visión de un mediterráneo que vela
el idilio, ay,
de unos sauces en ojiva
sobre el sueño de unas muselinas que espectralmente despabila
el después, sólo,
del cachilito,
plegándolas en seguida, y envejeciéndolas al
punto, en un final
de escalofríos
que marchita hasta las cejas, hasta las cejas, ahí,
del anochecer...
No sé nada de ti...
Y no podré decirte nunca, probablemente. ..
nunca…
Pero deja que, al menos, te despida unos pétalos
de ese ángelus de mis gramillas
que desciende casi hasta el agua
cuando ésta
pierde sus ojeras
y da en hilar, fúnebremente, con la primicia que deslíe
el duelo de arriba,
la raíz
de la lágrima...
No sé nada de ti…
Nada…
Alma, sobre la linde...
Alma,
sobre la linde de ese aparecido de amarillo
en una acequia de limbo,
alma,
por qué tiritas,
si la melancolía, no lo ves?, pasa a su cielo, allá,
casi en seguida
encima del platino que pareciera el en sí
del río.
y encima del infinito que se redime,
agónicamente,
de las islas?...:
don de amor, por qué no?,
ella,
don de amor que se revela, es cierto, luego de cernirse
por un imposible de hojillas
y un imposible de nomeolvides,
pero que no puede menos de estirarse y estirarse, arriba,
en una iluminación
de hilas
que querrían curar la lividez, aún,
de la frente del anochecer
con una demora de rosa solamente, ay, solamente, todavía,
para la veladura del fin...
Es que Junio, en este momento, por ahí
sube, sube de los juncos,
y afila hasta el hielo las pestañas de la soledad
contra las "ánimas" de la crecida,
todas las "ánimas"
que ni al unirse, paradojalmente, y ser la propia desesperación
del aire
yéndose por sus heridas,
no han de tener otros ecos que ésos de sus letanías
en una invocación como a sí mismas,
se dirá,
en la misma espiral que anhelaría tocar, ay,
el sentimiento de Sirio. ..
ello en la línea de ese juego que ha de repetir
en la mirada del miedo
o en la pupila, si quieres, del destino de esas lástimas,
los guiños de la eternidad
o las raicillas que hundirán los años-luz,
en la quimera, también,
de la piedad de un abismo,
cuando los narcisos del origen, tal vez, con sus vigilias de
milenios,
y mares de silencio
entre sí,
desaparecieran, en qué antes?, bajo los remolinos de las
tinieblas,
en las avenidas del éter...
o volviesen a su llamamiento del principio
por los países de Alicia
hacia el amor de una nube…
Pero qué podrías hacer desde aquí, o desde tras de los visillos…
qué podrías hacer, siquiera,
por esos prójimos de silencio
que en este momento han de atar a su "cubil"
para una vela sin vela
entre una vela de estertores y de chasquidos
por ceñirles,
serpentinamente, las pajas?
Qué podrías hacer, di?
Podrías, acaso, desenredar ese silencio
a los fines de la voz
que enfrentará a las "diademas del sur",
sí, del mismo "sur"?
—Mas mi privación del presente
no me induce, no, a olvidar la privación que "fantasmea", me
permitiríais,
que "fantasmea " las lamentaciones,
o que "fantasmea", mejor, lo que el pajonal ha de decir
al aguzar una brisa...
Pero quién declararía, quién, que los mismos suspiros
que atraviesan unas muselinas
y se niegan, en realidad, de alguna manera,
los suspiros
al unirse y presionar, aunque misteriosamente, sobre las
ligaduras del atardecer
o la mudez de los anegadizos
no pudieran ayudarles, así, a liberar su metal,
para cuando, a su vez,
deban ellas inundar las constelaciones de las vías
o del propio frío,
con el coro de las cuentas?
—Sí, pero mientras,
cuántos, cuántos, sin alcanzar una ramilla
sobre la espuma y los nudos...
los nudos...
—Quién sabe... las callosidades hoy día
se habitúan, ligerísimamente, a calzar las siete leguas…
—Y hacia ellos, después,
la invasión de lo que ahora sólo ha de dar contra su llanto
en el rebote del llanto?
—Si continuasen, desde luego, cerrando la "familia"
a las "compañías" del viaje
que deben de esperar, a cada diluvio, desde
lo espectral o lo invisible,
y bajo las lunas, aún,
lo que en el Arca ha de venir
alguna vez, no?:
las cepas de ese linaje que irá salvando de su noche
a las sensitivas del agua,
en el camino de la mirada que no temblará,
no, en la relación,
ni en la participación,
fuera de los niveles y de la tristeza,
tal vez...
o en el camino del reencuentro, a través del
azul,
con el presente,
quizás,
de las criaturas de las profundidades...
y en esa caña, consecuentemente, sin divisiones, del sufí,
el hálito, nuevamente, uno, uno,
con la melodía...
Colinas, colinas...
Colinas, colinas, bajo este Octubre ácido...
Colinas, colinas, descomponiendo o reiterando matices aún
fríos.
O no pudiendo decir plenamente el oro y el celeste, fluidos, de
los cultivos.
Nos dueles, oh paisaje que no puedes cantar en la tarde agria
e indecisa,
lleno de escalofríos bajo las nubes tenaces e inquietas todavía
de tu sueño
y estás solo, solo, solo, con la angustia y el desamparo de tus
criaturas.
Pero aun si cantaras el canto no se oiría casi.
Oiríamos sólo el ruido de los carros largos con su carga de
desesperación.
Oiríamos sólo el silencio de los niños y de las mujeres junto
a los ranchos transparentes.
Veríamos sólo la figura deshecha con la bolsa al hombro sobre
la cima de la loma.
Veríamos sólo esos arrabales de las Estaciones, oh campos de
Entre Ríos con aún países absolutos de injusticia,
oh campos de Entre Ríos hechos para la dicha
de los que os evocaron esa aurora florecida que aún no canta
y que es extraña al día.
Otro será el paisaje mañana en las mismas líneas puras.
Cantará con un múltiple canto entre las casas próximas con
mesas, ah, seguras y con libros y músicas.
Como de la noche de su alma del sueño de los campos el
hombre extraerá toda la maravilla.
No más dividido, no, con el hermano ni consigo mismo ni
con la tierra, el hombre.
Uno consigo mismo y con el mundo para crearse sin fin en la
gracia más alta de la criatura,
y sonreír al rostro cejante de la sombra.
Deja las letras ...
Deja las letras y deja la ciudad...Vamos a buscar, amigo, a la virgen del aire...Yo sé que nos espera tras de aquellas colinasen la azucena del azul...Yo quiero ser, amigo,uno, el más mínimo, de sus sentimientos de cristal…o mejor, uno, el más ligero, de sus latidos de perfume…No estás tú tambiénun poco sucio de letras y un poco sucio de ciudad?
Sigue, sigue, por entre la bencina, sobre la lisa pesadillade las calles extremas, hacia la gracia de las huellas...Ay, la ternura de Octubre, a las nueve,ya hace, por aquí, flotar a la pesadillaen celeste de agua...Pero derivemos rápido, del lado de los caminos del rocío,invisible, casi, lo adivino, en el seno mismo de la luz...Sentémonos, mi amigo, entre estas niñas rubiasque suben y bajan, altas, por unas orillas de jardín,apoyadas, contra los cercos, sobre un rumor de enredaderas...El sol ha bebido sus propias perlasy hay apenas de ellas una memoria por secarse...No temas, no temas, y mira, mira hasta las islas...Viste alguna vez la melodía de los brillos?La viste ondular, todavía de gasa,desde tus pies al cielo, sobre el río?Oh, la misma ciudad, a lo lejos, es una música blancacon unos silencios amatistas...Y ahora, ahora, torna la vista alrededor…Saluda como un aura a estas humildes gracias de miel,capaces, sin embargo, de atraer hacia sía las abejas todas del díay de volver de margaritas a la melancolía más flotante…No las sientes curvarse bajo un amor transparenteen un hálito de alas?O es sólo la cortesía más misteriosaentre esa que inclina, alternadamente, a los otros finos tallos,ante algo que al parecer es la respiración de un dios?Saluda, también, a sus vecinas menos subidas y más pálidas:qué delicadísimo sueño de amapolillas más pálidas,sobre un rastreo de tases, serpentino?Y a las apenas malvas, medio escondidas entre las espiguitas:pétalos de alba, a su pesar, con sus secretos amarillos...Y a las apenas níveas, por bordadas, del país de Liliput,pero que visten, igual que a una novia, a toda la gramilla...Y ah, a las más sin nombre que se vancon los alambres libresen una fuga preciosa de piedritas...Y al trébol de allí, loco de verde, y miniado de sol,increiblemente miniado de sol en primores casi íntimospero que extenúan a la brisa...Y a las verbenillas, por cierto, de aquí:oh, la más dulce sangre labrada por los misteriospara los misterios de las hierbas.. .Y a estos emblemas de llama, perdidos de los trigosmas que blasonan, del mismo modo, todo el aire...Y a esos recuerdos de la luna,aparecidos de seda, ay, en una vigilia de espejoque se busca, a su vez, en su infinito todavía…Pero no olvidemos, mi amigo,a las esbeltas criaturas que arden el azul, allá,delante no se sabe qué sacramento etéreo:no olvidemos, mi amigo, a las criaturas de los cardos...Ni olvidemos a aquéllas que ya parecen abisalescon su "pasión" de cielo sobre el susurro trepador:rêveries de qué abismo hacia otro abismo las de mburucuyá?Y no habremos comprendido, es cierto, a todas. ..Cómo abrazar, mi amigo, a estas miríadas del besoque van estrellando, se diría, todos los minutoscon todos los pétalos y todos los fuegos del suspiro?
Y si nos corriéramos hasta el arroyito del otro lado de la loma?Allí, lo veo, las redes hondas sin bautizocon su penumbra colgada y su casi vía láctea de jazminessobre una huida de vidrios, poco menos que nocturna,con las navecillas de cita. ..Y los laberintos de los taludes, aún con su sin finde pequeñísimas miradas en los iris más inéditos,dando no sé qué números de no sé qué otra nocheo qué mareo de gemas entre unos miedos de crepúsculo…
Mas no oyes al silencio, ahora, mi amigo?Qué ave de diamante, di, sobre la línea del sueño,se deshace dulcemente?O qué llamado para el sacrificio, dide campanillas de humo?Oh, todo dorado de misivas sobre las alas del azares el mismo amor que no teme perdersecomo la propia gracia ya, libre, sobre su propio cielo decorolas…Y no oyes en este momento, di, al silencio o al amor más alláde las lianas que tejiera para vencer su abismo,asumiendo justamente la muerte con los modos de un espíritu?Sí, en los amantes invisibles está asimismo la otra floro el otro lado de esa flor,llama, serena llama, que viviría de su sombra...Dónde, entonces, aquí, nuestras debilidades hechas dioses?Aquí, lo que llamamos "horror", o lo que llamamos"amenaza",sonriendo desde la semilla, se diría,o equilibrando a las mariposas, si quieres,con un frío que nos duele, es cierto, en lo uno de la sangre...Pero aquí también enfrentando a lo innombrable,algo como los honores de un ángel...
Mas es en nosotros, mi amigo, que la agonía es dividida,terriblemente dividida, y expedida a la ventura...Y aquella música blanca con unos silencios de jacarandaes?Allí y aquí, a la vez, la condena "de la rueda",desde las madres del río y desde las madres de las zanjas...
Y aquí, ay, asimismo, lo que vinimos a buscar..Si el lirio da a los precipicios, qué le vamos a hacer?Hay que perder a veces "la ciudad" y hay que perder a veces"las letras"para reencontrarlas sobre el vértigo, más purasen las relaciones de los orígenes...O más ligeras, si prefieres, como en ese domingoy en esa fantasía que serán...Hay que perder los vestidos y hay que perder la misma identidadpara que el poema, deseablemente anónimo,siga a la florecilla que no firma, no, su perfecciónen la armonía que la excede...O para ser el arpa de Lungmeneligiendo ella sola los temas de su música,lejos de los tañedores que se cantan a sí mismoso que no oyen con los suyos a los recuerdos de las ramasni lo que dice el viento…ni menos ven lo que el viento, por ahí, pone de pie. ..Y aquí, además, las rimas entre los escalofríos de las briznas,con los hilos temblando, siempre más allá de nuestra luz..Y el rostro de Ella no escrito,oh, recién nacido, con unos signos por hallary que serán, oh amigo, los que han de llevarte hasta su esenciacomo las mismas, las mismas letras de tu alma...Pero la viste a Ella,amaneciendo aquí, Ella, de la espuma de las matas,Venus de las colinas. Ella, sobre un flujo de jardín,virgen profunda ésta toda aún de cabellos?
Dulce es estar tendido...
Dulce es estar tendido
fundido en el espíritu del cielo
a través de la ventana
abierta
sobre los soplos oscuros...
Dulce, dulce...
El pensamiento amarillo de allá
es nuestro mismo silencio casi póstumo
libre
sobre los abismos...
Dulce, dulce haber en alguna manera muerto
hasta el primer jazmín de arriba
que titila de súbito
en la misma brisa del poema que leemos...
Dulce, dulce...
¿Pero has olvidado, alma, has olvidado?
Dulce, dulce, bajo el vértigo
de las enredaderas celestes
estar solo con Keats,
bajo Keats, mejor bajo otra liana eterna...
Oh melancolía, oh melancolía que se enciende como un jardín
sobre la terraza que flota en una luz pequeña…
¿En qué urnas etéreas, alma,
olvidaste tu tiempo y tu piedad?
Bajo la breve dicha algo en el aire:
las ramas de la angustia, alma, que llaman...
Una angustia que quiere dejar de ser en todas partes,
en todos, en todos los grados de la soledad...
desde la piedra, acaso, alma,
hasta el ángel que se contrae herido…
La vida quiere unirse, alma, de nuevo, por encima de los
suplicios…
¿No oyes los gritos profundos del edén que quiere ser
con la lucecita desvelada, sí pero tierna, sin el fruto de la
muerte
y libre al fin de sí misma?
Alma, dulce es el sueño,
pero no se roba ahora, ahora, a la memoria del amor?
Ay, el amor, ahora, con los ojos abiertos sobre el infierno,
sin poder alzarlos, serenos, hacia el cielo de todos,
o bajarlos, serenos, hacia su cielo íntimo para más puramente
devolver…
El Aguariba y florecido
Muchachas de ojos de flores y de labios de flores.En la sombra exhalada—¿de qué su dulce hálito?—los vestidos ligeros, muy ligeros, con pintas.
Arde de abejas el aguaribay, arde.
Ríen los ojos, los labios, hacia las islas azulesa través de la cortinade los racimospálidos.
Ríen los ojos, los labios. ¿Veis las muchachas o esla tenue sombra ebriay bordoneadaque se alucina de muselinas clarasy de otras flores vivas—extrañas flores vivas—riendo, riendo, riendo hacia las islas?
Muchachas de ojos de flores y de labios de flores.
Arde de abejas el aguaribay, arde.
El manzano florecido
…Y lo creíamos muerto, abatido por la tormenta.
Oh, la herida profunda que separaba casi el tronco,
y el tejido de las ramas, sobre el suelo. en un anhelo, al parecer,
seco.
Bajo el balconcito, en el sitio hondo, su melancolía ida,
breve reposo sólo de algunas tacuaritas, o encanto oscuro
de algún escalofrío súbito de mariposas amarillas...
En otro mundo, se hubiera dicho, ya
—cuál es, niños, el cielo bajo de los árboles?—,
su indiferencia era gentil para el ramillete de tártago
que quería subir bien a su lado y entre su urdimbre.
¿Qué vida, bajo sus brazos, dulce, se humedecía
que había allí caminitos afanosos
y hierbas para ahuecar, discretas, el sueño de los gatos?
Y él había sido, para la ventana alta, la nieve de la primavera
en las primeras locuras del azul entre sus dibujos ligeros
sobre la ilusión reciente, verde, tenue, del confín de las islas:
¿líneas de Hokusay o imágenes de Tchou chou-Tchenn
en el aire ebrio de las diez?
Y él tendiera sombras de encaje y diera
las palideces nilo y los fuegos del amanecer
en las formas mismas de la delicia, puras,
y él fuera luego, sin "dueño", con esa delicia,
más que el agua de la "canilla" de al lado para la sed alada o
pobre…
Y algunos chicos después, sobre su gracia ya caída, ay,
equilibran sus juegos de la siesta o de la media tarde...
Pero vino Septiembre y una mañana apareció así lo mismo que
una novia,
y abría los ojos pálidos, de seda, sobre el sueño lastimado...
Oh, la invencible luz de la vida que ascendía de la noche herida
en copos que eran tímidas miradas hacia arriba, sí, tímidas. ..
No podía, no, mirar de un poco más allá como antes,
el río sensible y las lejanías sensibles entre los hálitos celestes,
pero el paraíso grande, ahora más cerca, inclinaba sobre él
en todos los momentos del silencio un leve amor morado...
Oh, este amor cuando la sombra dormida se había mullido más
y las flores se hacían más blancas, abajo, como preguntas hacia
el amor,
y no eran ya la luz fiel a la ritual cita de arriba
sino una humilde fe, algo sorprendida aún, de comulgantes…
mientras él, todo él, también, en una presencia que dolía casi,
era la voluntad feliz, desde el lecho mismo del martirio,
de seguir dándose, dándose, a los labios desconocidos del
tiempo…
El pueblo bajo las nubes
Duerme el pueblo. ¿Es ello cierto bajo esta luzcasi nevada de un jardín algodonosoque flota, se abre, y ciérrase sobre las calles solasen una fantasía toda infantil de pura?
Yo sé, oh, que las cosas, sólo las cosas, sólose iluminan en esta irradiación aladay cándida—Grandes cisnes efímerossobre un sueño de cal y de follajes?
Ella…
Ella anuda hilos entre los hombres
y lleva de aquí para allá la mariposa profunda
—ala del paisaje y del alma de un país, con su polen…
Ella hace sensible el clima de los días, con su color y su
perfume…
a su pesar, muchas veces, como bajo un destino.
Testimonio involuntario, ella,
de un cierto estado de espíritu, de un cierto estado de las cosas,
en que la circunstancia da su hálito. ..
Pero se dirige siempre a un testigo invisible,
jugando naturalmente con la tierra y el ángel,
el infinito a su lado y el presente en el confín...
Mas es el don absoluto, y la ternura,
ella que es también el término supremo y la última esencia
con las melodías de los sentidos y los símbolos y las visiones y
los latidos
para el encuentro en los abismos...
Mas tiene cargo de almas, y es la comunicación,
el traspaso del ser, "como se da una flor", en el nivel de los
niños,
más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma…
Y no busca nunca, no, ella…
espera, espera toda desnuda, con la lámpara en la mano,
en el centro mismo de la noche...
Ella…
Ella estaba enamorada de sí misma…Oh, los espejos...
Oh, la embriaguez de platade ellaen el aire de los zarcillos…
Luego fue de los velos…Las nubes del otoñosólo,sólo, ay, para una novia...Los velos...
Y fue más tarde de las hojas...pero de las hojas como joyasdel viento...Las hojas...
Y con el tiempo fue del río…mas lo mismo que un ala,a veces invisible,sí....o una ramilla, al ras, midiendola danza...Un ala y una ramillaúnicamente… ay,del río…El río…
Después, después, las cosascon su perfumeséptimo…Y ella, las cosas mismasbuscándose,para la comunión?,para la adoración?
Y ella, las almas mismastambién,buscándose las manosen los laberintos,tras de todas las rejas,a través de todos los órdenes.. .a través de todoslos mundos...
Las cosas y las almas...Y al fin, ay, al fin.. .el grito hacia el maro la noche...El grito de la niña,o de algoque ya no se veía,sobre el últimohilo…En la ribera, es cierto,sólo un hilollamando?La pregunta a las estrellasperdida, es cierto,en el jamás?
Pero por qué, por qué,a la vez,menos que una vibración,menos,ella,en la corriente de las profundidadeshacia la edadverde…sube, sube de repente, sube...sin nombre,desde todas las presiones?
Y por qué, por qué,de repente en la luz,quemada por un ángel,por quésale de la luz, ella, corriendo...corriendoa los caminos de la sed,con el vaso de agua en las manosy descalza,por qué?...
Ella iba de pana azul...
Ella iba de pana azul entre las manzanillas. Ella.
La mañana pesaba ya dulcemente.
¿De qué color la sombrilla contra el amor de Octubre?
Entre las manzanillas ella iba.
Entre la nieve ardiente ella iba.
¿En qué ligerísima penumbra sus labios florecían?
(Oh, sin la penumbra,
toda la abeja del aire,
toda, sobre sus labios...)
Entre las manzanillas ella iba.
La voz, la voz de niña, algo indecisa aún,
con pudor, con cierto pudor, de los pétalos ebrios…
Esa edad de Jacinto, ay, y ese aire…
Entre las manzanillas ella iba toda de pana azul,
de un azul más grave que el del Domingo, azul, porque ya era
el destino
de ojos a veces bajos o turbados.. mi destino.
Mi destino... Y yo a su lado, qué?
Ella iba de pana azul entre las manzanillas. Ella.
En las gargantas del Yan-Tsé
Qué oyó Tou-Fou, qué oyó
en estos silencios que no dejan de subir y a la vez de caer,
fluidos de iris,
así,
a pesar de su espanto sin tiempo?
Sintió, solamente, como Li-Tai-Pe, que se prendían unos gritos
por ahí?
Y el vértigo de la piedra,
y el vórtice de la angustia
que no admite, de improviso, ni siquiera su agonía,
de paja,
aleteando, invisiblemente, casi,
en un junco...
que no admite ni eso para perderse, para perderse, en seguida,
en un sin límite
de congoja. . . o de niebla?
Es Otoño, muchachos...
Es Otoño, muchachos. Salid a caminar.Otoño en su momento inicial, más hermoso.No os engañará este azul casi alegre?¿Alegre?¿La profundidad tiene alguna vez alegría?
¿No os engañará este verde joyante por momentos?¿O esta invitación alada de la tarde?No, una honda presencia deshace las azules sombrasy apaga la alegría del campo—un luminoso, puro sueño que tiembla.
¿Cómo, y la tarde no se corona de florescomo de un fuego quieto de ángeles guardianes?
Ya está el viento, muchachos, el viento del otoño, del otoño,violento o suave casi como un suspiro,una enfermiza almade qué oscuros reinos?que revela en las cosasun herido pensamientode sorprendidas criaturas.
El viento,niño fúnebre que juega con las últimas ilusiones del cielohasta darle una aguda limpieza de extraña agua final.
El viento, muchachos, el viento infinito.
Entre diamante y Paraná
Un cielo de prelluvia
demora y demora un estupor de grises
y de azules... de azules, es cierto en inminencia aún
de decidirse...
lo demoraría
hasta esa penumbra en que habrá de desleír
su silencio, al fin,
apenas, éste, apenas, muy apenas, caído
o negado en una poco menos que adivinación de arpas, o de
brillos
a soñar pero que flotarían
en hilados, quizás, con intermitencias, por ahí,
en una casi ceguera, entonces, por encima
del tecleo que habrá de cristalear, por su parte, se diría
en abismamiento
a los lados de las banquinas?:
las ramitas
deberán por él, consecuentemente, de seguir
digitando su llamamiento, o qué?, de junto o en medio de un
misterio de marismas
sobre una nada de vidrios?
Pero el camino
se enciende, ahora, en la irradiación de una agonía
que fija
altísimamente una nube o un cisne
más bien, de gloria, o mejor, una suerte de capullo del cual no
se sabría
si se despide
o si en un fluido de oro y rosa, transcielamente, ya replica
el amanecer de sus suspiros...
Y son allá y más allá unos pasajes, no?, de trigo
en subida
o en vaporización o espectralmente en fuga entre las cintas
de un verde por anochecer y todos en la misma
melodía
que despliegan y despliegan lateralmente los minutos
que armonizándose en otra línea,
hacia arriba,
llegan a extasiarse en una como transfiguración de rayos de
jardín
o de recuerdos, en un haz, de visos…
Mas he aquí que uno de éstos se extravía
al abatirse
y da en descubrir
lo que quedaba a un lado del asfalto, en un equívoco
de denuncia, al exaltarlo precisamente así:
lo que quedaba de un perrito
que alguien, quién?, separase de la madre y de los otros
de la cría:
consignados, me dijeran, sobre una bolsa, en un
declive
a la margen de la ruta y contra un grupo de arbolillos…:
consignados en la prisa,
entonces, del desasimiento y del endoso, que se sigue,
del fastidio..
consignados a lo fortuito
de una "piedad" que, por su parte, en el vacío que la
aspira
sólo puede, a lo sumo, ir delante de sí
y oír
únicamente el zumbido
de un tiempo que quisiera apurar hasta el límite
y ello siempre que no lo asimile
éste, y a lo largo, ensordecedoramente, del día…
Y entonces, me parece que la puérpera hubo de preguntar en
medio de hipos
a ese desconocido
que le alzara su hijo
a un destino
al que sólo le fuera dado lamer casi en seguida
entre acaso fintas
que le impusiera el tráfico, ciertamente, ay, obstruido
por ellos allí
desgarradas aquéllas de su parte por gritos
ante el horror que aún quizás se le infligiera de que ella debería
lacrar con su vida
eso a cuyo misterio no pudiese sino despertar más los
latidos
y tenderlos no solamente por todo el curso, diríase,
de la luz, pero asimismo
por el de la propia sombra con el juego entre sí
de la fascinación de los faros hasta la corrida
de la vigilia
por desprender la última a tiempo que la vela asimismo
de las luciérnagas fosforecía
el fin
de los escalofríos
sobre el propio, en correspondencia, de las briznas...
Y fuera en ese momento cuando probablemente más habrá
sentido
la ausencia de aquel, de cualquier modo, calorcillo
que les asignaran por ahí
la dispensa de lo que, ciertamente, significase un "abuso de
familia"
pues el descendimiento para asistirlos
de ese cielo que llegaba por momentos aun a adherírseles,
no llegaba, a fuer de "animitas"
que era, a tocar justamente, el lado de su frío,
ese que le hiciera desesperar en la ocasión, más si cupiese, los
aullidos
en la necesidad de oír
allende los vanos que abrieran, fugitivamente, los ruidos
del amanecer de la vía
un posible
de respuesta, a pesar de los pesares, de alguna viejecita
o de algún linyera, desprendidos
de su pesadilla,
pero sin duda ellos, con oídos,
a los que siempre, siempre, no se sabe, no, qué nadie,
tras la reverberación misma,
les vuelve solamente, ay, solamente, a los gemidos...:
ellos así
los únicos, o casi, conforme a la experiencia que de por ahí
tuvieran los fieles de las otras jerarquías
del Olimpo...
capaces de cortar a tiempo el lazo de lo definitivo
por correrse sobre unos hálitos...:
ellos así
como ángeles en trapos en esa lividez que profundiza
todos los precipicios
en que el alba va cediendo, ya, a los pies
de los forzados de la intemperie
cuando sin saber cómo no son éstos aspirados, de improviso,
entre los espartillos...:
ellos así
para escuchar o adivinar bajo o entre la circulación, todavía,
del ruido
los silencios que tiritan
desde el extremo, se dijera, ya, del hilo...:
ellos los aparecidos,
literalmente, de este lado, para hacer que aún no pasen al otro
de su limbo
sus hermanos de aquí
si para ello bastara algo de lo recogido
de las bolsas de la noche de bajo las aceras cuando en la
amanecida
del volcadero, bajo un verde de volidos
ya, o en medio de un crema ya también de ensortijados en
hilitos
y entre el óseo de los otros digitales, asimismo
urgando, pero todos nivelados, madrugadoramente, allí,
por las urgencias de la bulimia...:
aparecidos
además, en esa eternidad de un segundo de la ausencia bajo el
filo
del juicio
a los olvidados, por ellos asumido...:
o aparecidos
de qué providencia, sencillamente, aunque en equilibrio
acaso también para asistir
en su desliz
a los anónimos de siempre o que parecieran elegidos
de las caídas...
Pero elegidos
ellos, a la vez, por qué no?, para que el alba se redima
y así
que la luz de la leche siquiera en algún sitio
sensibilice
en ese azulamiento de la fuga hacia lo alto que habré luego de
cernir
el desdén, casi, del "espíritu"...
sensibilice o vaya sensibilizando lo que a éste, al fin,
justificaría
por los desheredados, paradójicamente, de sus "títulos"
entre los grumos de su nadir
inclinándose para lavarle a través de las figuras
de su piedad, con el rocío
que, llorase, desde sus estrellas, ella misma…
para lavarle lo que, después de todo, fueran por
allí
humanamente, sus pies...
Aunque ello, es cierto, en las antípodas, y más que
espacialmente, del continuo
que allá vuelve las arcillas
y las lianas y los aires de un revés de apocalipsis
en los estallidos
de una de arañas de teratología o gigantismo
y la llovizna
de los desfoliantes de amarillo, sólo, a no dudar, para
amarillos
y las "flechitas"
con aletas para demorar por tres lunas el cruce a la otra
orilla,
y un lo inasible
de salientes por la noche ya de los tejidos…
y todavía
los globos en deshojamiento de esquirlas
ajenas al metal pero en familiaridad, sin embargo, con
el secreto de los gritos. .:
todas las "técnicas", en fin,
de la desintegración y de la perennidad de la agonía
para reducir
a los condenados a un infierno de tres décadas, ya,
y por estar, al último, en el círculo
de la estrategia de la ceniza
que hundiría
para siempre, después, en cavidades de cosmogonía,
a lo demás del continente con la única
culpa de haber ensayado recuperar, colectivamente,
y aun abrir
las líneas
del yan y del yin...
Y más, hacia el Este "cercano" de la "civilización", las mujeres
y los niños,
reos de discurrir,
desde luego, sin saberlo, sobre el oro de las
profundidades, cuyo viento necesita
aquélla ilustrar e invertir
en las llamas de la purificación para el dominio:
reos, pues en el suplicio
de los pronunciamientos de fósforo cayendo de unas
alas en la apertura
de unas villas…
Y en otro nivel, la "civilización" que se inflige,
en el mejor de los casos, por el señuelo de unos "bienes"
a cortar el circuito
de una sabiduría
que florece a su hora, bien que en lo invisible,
que debe, quizás, a unas corrientes que presionan
silenciosamente, desde siglos...
Y eso cuando ella no revierte contra la propia cetrería
las artes de sus neblíes
pero superándolas, progresivamente, hacia la caza de
los miedos,
o de los monstruos de por encima
de por dentro y de por bajo si en los infinitos
que acechan asimismo...
Y, ah, por añadidura, de este lado, en la Amerindia,
igual descendimiento de los "súper", para horror de la floresta,
a ras de los que pisan
o poco menos, ignorándolo también, unas minas
del combustible.
Y ello por entre los claros que tapa a continuación, de
improviso,
una fatalidad de aluminio que todavía
acosa, si cabe, de más bajo, a las familias,
hasta la ilusión de las barquillas,
pues entonces aquélla habiendo encontrado una manera de
vacío
sobre el afluente en fiebre al blanco, por
minutos del mediodía
le adelanta un crepúsculo, en dehiscencia, de cobrizos…
Y es más arriba
el suicidio
en comunidad de las tribus
ante el solo trueno que anuncia el genocidio...
Y es ahora mismo
el expatriamiento, en inminencia, de las
dríadas del origen
a la aventura de una orilla
del mar de energía
o de la "presa" a alimentar o a sangrar, de verdad,
bajo la desnudez de algunos ríos
por los fantasmas, acaso, ya, del fin
de Nandurú—Arandú...
Hay, pues, Stefan George, algún momento, en realidad,
que dé todo de sí
cuando al curvar, jardinadamente, un recuerdo de círculo,
deja caer un eco, diríamos,
de uno de sus pétalos sobre la propia palidez también en ida
de la ruta y enciende como un casi imposible
de memoria más que abre unas líneas
que nos toca seguir
vueltos, súbitamente, a pesar nuestro, del olvido
del Estigia,
y con todo que a aquél, en nuestro caso, le hubiésemos,
naturalmente, de abrir
hacia los espacios, por qué no?, del devenir
o de su devenir
con el concurso de hadas y silfos
a través de la penumbra y a través aun de la misma
sombra: ellos, entonces, en instrumentistas
de lo invisible?…
aunque… aunque… es cierto que las ondas que ahora no
inmunizarían
despliegan, concéntricamente, a la vez,
la amanecida
en una rosa aun de cinc
que toca, en verdad, muy apenas las orillas,
pero en la presión, ya, no puede negarse, desde el fondo del río,
de una piedad que se decide
a amartillar el propio corazón de los siglos...
Fui al río...
Fui al río, y lo sentíacerca de mí, enfrente de mí.Las ramas tenían vocesque no llegaban hasta mí.La corriente decíacosas que no entendía.Me angustiaba casi.Quería comprenderlo,sentir qué decía el cielo vago y pálido en élcon sus primeras sílabas alargadas,pero no podía.
Regresaba—¿Era yo el que regresaba?—en la angustia vagade sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.De pronto sentí el río en mí,corría en mícon sus orillas trémulas de señas,con sus hondos reflejos apenas estrellados.Corría el río en mí con sus ramajes.Era yo un río en el anochecer,y suspiraban en mí los árboles,y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.Me atravesaba un río, me atravesaba un río!
Grillo en marzo
Oh, solo de Marzo,
qué nos quieres decir, así, tan persistentemente, así
por encima: del nadie
que palidece…
o desde allí donde se hacina, apenumbrándose, y parece tener
frío, él,
a pesar de eso, frío, frío,
ya, frío?
Qué?…
acaso que la flauta ha de asumir, crepuscularmente, el aire
que, sin aviso, no?,
enajena a la eternidad
el silencio...
o que la propia caña, por otra parte, se debe a la vigilia o al
peligro
de un hilo por quemarse
sobre las huellas mismas
de un ángel?
Qué?…:
que la hebra de los llamados, desde los milenios, continúa
sin recogerse jamás,
jamás, frente a los precipicios…
y que si a veces no se oyen, no dejan, por eso,
nunca, nunca,
de tocar los oídos
que los esperan sobre la noche...?
Qué?…
que la gota, siempre, tiene el tiempo consigo
para hacer que crezcan
raíces sobre el éter, y ramas, ramas, debajo del abismo..
y todavía
para abrir las alas de la piedra...
o que, multiplicándose hasta la avenida sigue ella conservando
últimamente la palabra
sobre las siete murallas
o la muralla que amasan y cimentan, y aún, escalan, los huesos
de los siglos
con cadenas, ay todavía?
Qué?…
que algo igual a una sonrisa atraviesa los límites
y es, quizás, una florecilla
que sobrevive, por el anochecer, a su tallo...
y sigue flotando, flotando más allá de la llama y más allá de la
ceniza,
desde el "centro", tal vez, de la "cinta",
y del otro lado del miedo
y del terror mismo,
porque sería, ahora, una con la serenidad y la ligereza y la
alegría,
en la "línea" que no ondea
ya?
Juan L. Ortíz A la orilla del río... HYPERLINK \l "2"A Teresita Fabani Ah, esta tarde encendida... HYPERLINK \l "4"Ah, los crepúsculos... Ah, mis amigos... HYPERLINK \l "6"Al Paraná HYPERLINK \l "7"Alma sobre la linde... HYPERLINK \l "8"Colinas, colinas... HYPERLINK \l "9"Deja las letras... HYPERLINK \l "10"Dulce es estar tendido... El Aguariba y florecido HYPERLINK \l "12"El manzano florecido HYPERLINK \l "13"El pueblo bajo las nubes Ella... Ella... Ella iba de pana azul... HYPERLINK \l "17"En las gargantas del Yan-Tsé Es Otoño, muchachos... Entre diamante y Paraná HYPERLINK \l "20"Fui al río... HYPERLINK \l "21"Grillo en marzo
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A la orilla del río ...
A la orilla del ríoun niño solocon su perro.A la orilla del ríodos soledadestímidasque se abrazan.
¿Qué mar oscuro,qué mar oscuro,los rodea,cuando el agua es de cieloque llega danzandohasta las gramillas?A la orilla del ríodos vidas solasque se abrazan.Solos, solos, quedaroncerca del rancho.La madre fue por algo.El mundo era una crecidanocturna.¿Por qué el hambre y las piedrasy las palabras duras?Y había enredaderasque se miraban,y sombras de sauces,que se iban,y ramas que quedaban…
Solos de pronto, solos,ante la extraña nocheque subía y los rodeaba:del vago, del profundoterror igual,surgió el desesperadoanhelo de un calorque los flotara.
A la orilla del ríodos soledades purasconfundidassobre una isla efímerade amor desesperado.
El animal temblaba.¿De qué alegríatemblaba?El niño casi lloraba.¿De qué alegríacasi lloraba?
A la orilla del ríoun niño solocon su perro.
A Teresita Fabani
La sombra, al fin, la sombra en que ya casi flotabas,
te cubrió, frágil niña, con la ola temida
que golpeaba contra tu cabecera en el desvelo visionario.
Ah, la luz del alba celeste, en las cortinas, qué vana,
qué vana la franja de oro desvaído en la pieza,
y qué vanas las flores, y qué vano el gesto largo de tus brazos,
llamando, ay, llamando sobre tu cabellera ya medio anegada.
Los finos brazos de cera hacia una luz con alas, apenas luz,
pero donde temblaban jardines y campanas de media tarde,
hacia, a pesar de todo, la esperanza, otro ángel,
que solía traerte un chal para los breves hombros al crepúsculo,
un aire amigo, lírico, para la asfixia de la noche,
y un ligero conjuro para los fantasmas últimos de la noche…
Qué solos, frágil niña, qué solos los largos brazos llamando!
¿Se desesperaron frente a la crecida extraña, extraña?
¿O encontraste en lo hondo, en la pálida aurora abisal,
que "todo tenía nombre", el nombre, ay, cambiante pero el
único de nuestro amor
y del amor de todo con los números de que tu alma ya estaba
melodiosa?
Oh, si esa melodía oscura de tu alma
se hubiera fundido dulcemente, y en seguida
con las ondas que traerían ahora el día profundo, musical
—esas ondas que habías sentido y que rehuías, marea etérea,
infinita, de estrellas en el vértigo—,
y estarás ya, frágil niña, de vuelta en estas ramas que se mecen,
serena ya, de aire sobre nuestra tristeza
y nuestra inquietud vaga por ser dignos de ti
hasta en los menores gestos grises de una mañana de invierno:
criatura toda de música, de la música de aquí y de la música
de allá,
atravesada como un lirio sobre la corriente del límite,
crucificada largamente, largamente, sobre el filo mismo del
límite:
del aire, frágil niña, del aire y de estas ramas,
la sonrisa sin herida, y la voz sin penumbra rota ahogada…
al fin, al fin?
Ah, esta tarde encendida...
Ah, esta tarde encendida, amigos, esta tarde,de un oro vegetal iluminada today toda penetrada de la gracia celestequé dulce, ah, qué dulce! entre el follaje frágil:
lluvia pálida o fluido casi primaveralcon una muy secreta y fragante nostalgiade alma. Luz celeste y sensible mirandoentre la irradiación de la muerte suntuosa.
...Fue en Abril, sí, en Abril, en los primeros díasen que empieza a reinar un orden aún tiernoen las cosas. Venía distraído. De prontoal volver de una esquina suburbana aquel árbolme sorprendió con una presencia tan perfecta,tan acabada, que, en un milagro hubede creer. Parecía destacado con unequilibrio, un ritmo, del todo musical,
en la plenitud grave y frágil de sus formas.Y todo al punto se ordenó en torno de élen una paz que hubiera madurado el sensiblepensamiento latente ya del mediodía.
Ah, los crepúsculos de allá...
Ah, los crepúsculos de allá. Iguales a los de acá.La misma tristeza primaveral, límpida.Y los grillos, los grillos...
Y la brisa, casi el viento,con la misma melancolía, de qué agua invasora?en las islas de los follajes.
Ah, mis amigos, habláis de rimas...
Ah, mis amigos, habláis de rimas
y habláis finamente de los crecimientos libres...
en la seda fantástica os dan las hadas de los leños
con sus suplicios de tísicas
sobresaltadas
de alas...
Pero habéis pensado
que el otro cuerpo de la poesía está también allá, en el Junio
de crecida,
desnudo casi bajo las agujas del cielo?
Qué haríais vosotros, decid, sin ese cuerpo
del que el vuestro, si frágil y si herido, vive desde "la división",
despedido del "espíritu", él, que sostiene oscuramente sus
juegos
con el pan que él amasa y que debe recibir a veces
en un insulto de piedra?
Habéis pensado, mis amigos,
que es una red de sangre la que os salva del vacío,
en el tejido de todos los días, bajo los metales del aire,
de esas manos sin nada al fin como las ramas de Junio,
a no ser una escritura de vidrio?
Oh, yo sé que buscáis desde el principio el secreto de la tierra,
y que os arrojáis al fuego, muchas veces, para encontrar el
secreto…
Y sé que a veces halláis la melodía más difícil
que duerme en aquellos que mueren de silencio,
corridos por el padre río, ahora, hacia las tiendas del viento…
Pero cuidado, mis amigos, con envolveros en la seda de la
poesía
igual que en un capullo...
No olvidéis que la poesía,
si la pura sensitiva o la ineludible sensitiva,
es asimismo, o acaso sobre todo, la intemperie sin fin,
cruzada o crucificada, si queréis, por los llamados sin fin
y tendida humildemente, humildemente, para el invento del
amor…
Al Paraná
Yo no sé nada de ti...
Yo no sé nada de los dioses o del dios de que naciste
ni de los anhelos que repitieras
antes, aún de los Añax y los Tupac hasta la misma
azucena de la armonía
nevándote, otoñalmente, la despedida
a la arenilla...
No sé nada.. .
ni siquiera del punto en que, por otro lado, caerías
del vértigo de la piedra
bajo los rayos...
No sé nada...
O sé, apenas, que el guaraní te
asimiló
al mar de su maravilla...
y que ese puma de tu piel que te devuelve, intermitentemente,
el día
lo tomas en un rodeo, no?,
de tu destino. . .
No sé nada.. .
Aunque me he oscurecido, en ocasiones, al
sentirte, arriba,
entre un miedo de basalto,
buscándote,
buscándote
sin el ángel del sabiá,
aún. . .
Y me he recobrado, luego, contigo, en la Anaconda que
decían.. .
y hasta cuando denunciabas
sobre ti
a los máuseres de las Compañías...
No sé nada. ..
Aunque te conocí, ha mucho, allá, donde mi río
es de tu eternidad
de Palmas...
y por el salmón o por el rosa de Ibicuy
y por las lunas de Zárate
y por la línea de tu agonía en el estuario, finalmente,
del alba...
Mas éste sería
tu sentimiento,
y éste, acaso, el misterio que pareces bajar desde los
mismos
torbellinos del círculo?
No sé nada de ti. . . nada de ti. . .
Es, acaso, decirte enteramente, decir tus avenidas, sólo,
al fin,
de silencios sin orillas,
que podrían ser, es verdad, derivaciones de gracia corriendo a
redimir
oh Canals,
la palidez del Norte?
Es, por ventura, presente, siquiera,
el acceder únicamente a las escamas de tus minutos,
bajo lo invisible, aún,
que pasa…
o a las miradas de tus láminas
o de tus abismos,
en los vacíos o en las profundidades de la luz,
de tu luz?
Y se podría hablar de ti,
intimando, aún por años, con las figuraciones que reviste,
diríase,
aquí y allá, la corriente
de tu ser?
Oh no...
no se podría, me parece,
tocarte todavía
así…
Cómo,
entonces, cómo,
asumir tu duración sin probabilidad de disminuir
tu tiempo, tal vez, de dios?
Y en el tiempo de un dios, qué de los que vinieron a
apagar
las hogueras que te amanecían...?
y qué de los monosílabos que presumiblemente respondían a
las gamas
de tus espesuras de flautas
y que se desconocían entre sí,
al llegar a interponerles; tú, las seis o siete
leguas
que entonces te abrían...?
Y qué de los dueños que arriaban, de arriba, todo un
río de mugidos
hacia los potreros que fluían, aquí,
y que sólo detenía tu hermano con esa vena del naciente o ese
azul
del surtidor de las avecillas...?
Y qué de aquél de la "Rinconada" enfrentándolos, el
único,
más "adelante" que el siglo
y junto a la aorta del "país"?
Y qué del otro que te cruzara por tres veces
para salvar a Mayo
de los cuernos de la derecha y de los cuernos del sur…?
Qué, pues, todo ello y lo demás,
si tú no sabes y no podrías saber, por otra parte, de las
milicias de la ceniza,
ni de una sociedad de sílabas
ni de una codicia de millas...
ni menos de los intercesores de los últimos,
como tampoco de la caballería que se atreviera a rescatar
el sol... de las neblinas,
para el "interior" al "exterior" no?, por ahí:
del azar o del olvido:
qué…?
"Maya", entonces, asimismo,
para ti...
"Maya" las llamas y el vocabulario que se
entendía…
"Maya" la cuaresma
sobre las lenguas de tus orillas...
"Maya" el despojo y la lujuria de praderías…
y la vista en alto, y la orden de las cañas, triplemente
vadeándote,
por los derechos del día...?
"Maya", con más motivo, esos celestes de tus pupilas,
o de concentración,
en que, místicamente, desaparecerías, o poco menos, con tu
tarde, sí
en la palidez del uno,
allá,
a no ser unas pestañas empequeñeciéndose en un cielo
o en un infinito de islas...?
Y "Maya", así,
esa, si se quiere, sensibilización de la ausencia, ésa en que tú
libras
o recreas,
con unos signos que huyen,
el rostro mismo, diríase,
del éter...?
Pero no sé nada de ti.
Nada. Nada.
Y hace, sin embargo, diecinueve setiembres que te miro y te
miro.
Mas, es cierto, te miro
con los ojos de aquél a cuyo borde abrí los
míos…
No podría hacerlo sino así.
He de llevarlo, bien íntimamente, y a la izquierda, claro,
del latido,
y es él, sin duda, el que me haría preferir
tu enajenamiento en el cielo
a esa piel que hubiste, muy significativamente, de investir
por ahí...
y que asorda los momentos en que debes de sentirte
más leoninamente contigo...
Pero por veces, es verdad, sin una pluma que lo explique
desde el secreto, aún, del aire,
flotas por el atardecer no se sabe qué alma
que suspendiese como el fluido
de una inmanencia de cisne...
Mas ve, ve:
sigo mirándote, mirándote, con las niñas del
origen…
Y todavía de aquí,
de aquí,
en que por ceñir, o poco menos, a la ciudad
a la que hubiste,
sacramentalmente, de "alzar"
una "debilidad" más que de padrino, no podrías, no
naturalmente, reprimir...
Y es así
que aun en la tempestad que te estira hasta el confín,
diríase,
en una unidad de siena
que quemase el caos... el caos...
pareces desplegarte lo mismo que una "cinta" para ella
detrás de los vidrios
y sobre la barranca que le cincelaran
todavía…
Pero perdóname que insista
e insista:
no sé nada de ti. Nada, en realidad, de ti. Y no podré
decirte jamás...
No es una "madera"
sino un "metal", o los metales, mejor, o más de acuerdo, aún,
las ráfagas de unas tuberías,
o las ondas de unos hechiceros,
lo que requeriría eso que recelas
bajo lo femenino que te prestan las veleidades de
las horas
en complicidad con las estaciones
y con tu infidelidad misma
al que nombras
y con la visión de un mediterráneo que vela
el idilio, ay,
de unos sauces en ojiva
sobre el sueño de unas muselinas que espectralmente despabila
el después, sólo,
del cachilito,
plegándolas en seguida, y envejeciéndolas al
punto, en un final
de escalofríos
que marchita hasta las cejas, hasta las cejas, ahí,
del anochecer...
No sé nada de ti...
Y no podré decirte nunca, probablemente. ..
nunca…
Pero deja que, al menos, te despida unos pétalos
de ese ángelus de mis gramillas
que desciende casi hasta el agua
cuando ésta
pierde sus ojeras
y da en hilar, fúnebremente, con la primicia que deslíe
el duelo de arriba,
la raíz
de la lágrima...
No sé nada de ti…
Nada…
Alma, sobre la linde...
Alma,
sobre la linde de ese aparecido de amarillo
en una acequia de limbo,
alma,
por qué tiritas,
si la melancolía, no lo ves?, pasa a su cielo, allá,
casi en seguida
encima del platino que pareciera el en sí
del río.
y encima del infinito que se redime,
agónicamente,
de las islas?...:
don de amor, por qué no?,
ella,
don de amor que se revela, es cierto, luego de cernirse
por un imposible de hojillas
y un imposible de nomeolvides,
pero que no puede menos de estirarse y estirarse, arriba,
en una iluminación
de hilas
que querrían curar la lividez, aún,
de la frente del anochecer
con una demora de rosa solamente, ay, solamente, todavía,
para la veladura del fin...
Es que Junio, en este momento, por ahí
sube, sube de los juncos,
y afila hasta el hielo las pestañas de la soledad
contra las "ánimas" de la crecida,
todas las "ánimas"
que ni al unirse, paradojalmente, y ser la propia desesperación
del aire
yéndose por sus heridas,
no han de tener otros ecos que ésos de sus letanías
en una invocación como a sí mismas,
se dirá,
en la misma espiral que anhelaría tocar, ay,
el sentimiento de Sirio. ..
ello en la línea de ese juego que ha de repetir
en la mirada del miedo
o en la pupila, si quieres, del destino de esas lástimas,
los guiños de la eternidad
o las raicillas que hundirán los años-luz,
en la quimera, también,
de la piedad de un abismo,
cuando los narcisos del origen, tal vez, con sus vigilias de
milenios,
y mares de silencio
entre sí,
desaparecieran, en qué antes?, bajo los remolinos de las
tinieblas,
en las avenidas del éter...
o volviesen a su llamamiento del principio
por los países de Alicia
hacia el amor de una nube…
Pero qué podrías hacer desde aquí, o desde tras de los visillos…
qué podrías hacer, siquiera,
por esos prójimos de silencio
que en este momento han de atar a su "cubil"
para una vela sin vela
entre una vela de estertores y de chasquidos
por ceñirles,
serpentinamente, las pajas?
Qué podrías hacer, di?
Podrías, acaso, desenredar ese silencio
a los fines de la voz
que enfrentará a las "diademas del sur",
sí, del mismo "sur"?
—Mas mi privación del presente
no me induce, no, a olvidar la privación que "fantasmea", me
permitiríais,
que "fantasmea " las lamentaciones,
o que "fantasmea", mejor, lo que el pajonal ha de decir
al aguzar una brisa...
Pero quién declararía, quién, que los mismos suspiros
que atraviesan unas muselinas
y se niegan, en realidad, de alguna manera,
los suspiros
al unirse y presionar, aunque misteriosamente, sobre las
ligaduras del atardecer
o la mudez de los anegadizos
no pudieran ayudarles, así, a liberar su metal,
para cuando, a su vez,
deban ellas inundar las constelaciones de las vías
o del propio frío,
con el coro de las cuentas?
—Sí, pero mientras,
cuántos, cuántos, sin alcanzar una ramilla
sobre la espuma y los nudos...
los nudos...
—Quién sabe... las callosidades hoy día
se habitúan, ligerísimamente, a calzar las siete leguas…
—Y hacia ellos, después,
la invasión de lo que ahora sólo ha de dar contra su llanto
en el rebote del llanto?
—Si continuasen, desde luego, cerrando la "familia"
a las "compañías" del viaje
que deben de esperar, a cada diluvio, desde
lo espectral o lo invisible,
y bajo las lunas, aún,
lo que en el Arca ha de venir
alguna vez, no?:
las cepas de ese linaje que irá salvando de su noche
a las sensitivas del agua,
en el camino de la mirada que no temblará,
no, en la relación,
ni en la participación,
fuera de los niveles y de la tristeza,
tal vez...
o en el camino del reencuentro, a través del
azul,
con el presente,
quizás,
de las criaturas de las profundidades...
y en esa caña, consecuentemente, sin divisiones, del sufí,
el hálito, nuevamente, uno, uno,
con la melodía...
Colinas, colinas...
Colinas, colinas, bajo este Octubre ácido...
Colinas, colinas, descomponiendo o reiterando matices aún
fríos.
O no pudiendo decir plenamente el oro y el celeste, fluidos, de
los cultivos.
Nos dueles, oh paisaje que no puedes cantar en la tarde agria
e indecisa,
lleno de escalofríos bajo las nubes tenaces e inquietas todavía
de tu sueño
y estás solo, solo, solo, con la angustia y el desamparo de tus
criaturas.
Pero aun si cantaras el canto no se oiría casi.
Oiríamos sólo el ruido de los carros largos con su carga de
desesperación.
Oiríamos sólo el silencio de los niños y de las mujeres junto
a los ranchos transparentes.
Veríamos sólo la figura deshecha con la bolsa al hombro sobre
la cima de la loma.
Veríamos sólo esos arrabales de las Estaciones, oh campos de
Entre Ríos con aún países absolutos de injusticia,
oh campos de Entre Ríos hechos para la dicha
de los que os evocaron esa aurora florecida que aún no canta
y que es extraña al día.
Otro será el paisaje mañana en las mismas líneas puras.
Cantará con un múltiple canto entre las casas próximas con
mesas, ah, seguras y con libros y músicas.
Como de la noche de su alma del sueño de los campos el
hombre extraerá toda la maravilla.
No más dividido, no, con el hermano ni consigo mismo ni
con la tierra, el hombre.
Uno consigo mismo y con el mundo para crearse sin fin en la
gracia más alta de la criatura,
y sonreír al rostro cejante de la sombra.
Deja las letras ...
Deja las letras y deja la ciudad...Vamos a buscar, amigo, a la virgen del aire...Yo sé que nos espera tras de aquellas colinasen la azucena del azul...Yo quiero ser, amigo,uno, el más mínimo, de sus sentimientos de cristal…o mejor, uno, el más ligero, de sus latidos de perfume…No estás tú tambiénun poco sucio de letras y un poco sucio de ciudad?
Sigue, sigue, por entre la bencina, sobre la lisa pesadillade las calles extremas, hacia la gracia de las huellas...Ay, la ternura de Octubre, a las nueve,ya hace, por aquí, flotar a la pesadillaen celeste de agua...Pero derivemos rápido, del lado de los caminos del rocío,invisible, casi, lo adivino, en el seno mismo de la luz...Sentémonos, mi amigo, entre estas niñas rubiasque suben y bajan, altas, por unas orillas de jardín,apoyadas, contra los cercos, sobre un rumor de enredaderas...El sol ha bebido sus propias perlasy hay apenas de ellas una memoria por secarse...No temas, no temas, y mira, mira hasta las islas...Viste alguna vez la melodía de los brillos?La viste ondular, todavía de gasa,desde tus pies al cielo, sobre el río?Oh, la misma ciudad, a lo lejos, es una música blancacon unos silencios amatistas...Y ahora, ahora, torna la vista alrededor…Saluda como un aura a estas humildes gracias de miel,capaces, sin embargo, de atraer hacia sía las abejas todas del díay de volver de margaritas a la melancolía más flotante…No las sientes curvarse bajo un amor transparenteen un hálito de alas?O es sólo la cortesía más misteriosaentre esa que inclina, alternadamente, a los otros finos tallos,ante algo que al parecer es la respiración de un dios?Saluda, también, a sus vecinas menos subidas y más pálidas:qué delicadísimo sueño de amapolillas más pálidas,sobre un rastreo de tases, serpentino?Y a las apenas malvas, medio escondidas entre las espiguitas:pétalos de alba, a su pesar, con sus secretos amarillos...Y a las apenas níveas, por bordadas, del país de Liliput,pero que visten, igual que a una novia, a toda la gramilla...Y ah, a las más sin nombre que se vancon los alambres libresen una fuga preciosa de piedritas...Y al trébol de allí, loco de verde, y miniado de sol,increiblemente miniado de sol en primores casi íntimospero que extenúan a la brisa...Y a las verbenillas, por cierto, de aquí:oh, la más dulce sangre labrada por los misteriospara los misterios de las hierbas.. .Y a estos emblemas de llama, perdidos de los trigosmas que blasonan, del mismo modo, todo el aire...Y a esos recuerdos de la luna,aparecidos de seda, ay, en una vigilia de espejoque se busca, a su vez, en su infinito todavía…Pero no olvidemos, mi amigo,a las esbeltas criaturas que arden el azul, allá,delante no se sabe qué sacramento etéreo:no olvidemos, mi amigo, a las criaturas de los cardos...Ni olvidemos a aquéllas que ya parecen abisalescon su "pasión" de cielo sobre el susurro trepador:rêveries de qué abismo hacia otro abismo las de mburucuyá?Y no habremos comprendido, es cierto, a todas. ..Cómo abrazar, mi amigo, a estas miríadas del besoque van estrellando, se diría, todos los minutoscon todos los pétalos y todos los fuegos del suspiro?
Y si nos corriéramos hasta el arroyito del otro lado de la loma?Allí, lo veo, las redes hondas sin bautizocon su penumbra colgada y su casi vía láctea de jazminessobre una huida de vidrios, poco menos que nocturna,con las navecillas de cita. ..Y los laberintos de los taludes, aún con su sin finde pequeñísimas miradas en los iris más inéditos,dando no sé qué números de no sé qué otra nocheo qué mareo de gemas entre unos miedos de crepúsculo…
Mas no oyes al silencio, ahora, mi amigo?Qué ave de diamante, di, sobre la línea del sueño,se deshace dulcemente?O qué llamado para el sacrificio, dide campanillas de humo?Oh, todo dorado de misivas sobre las alas del azares el mismo amor que no teme perdersecomo la propia gracia ya, libre, sobre su propio cielo decorolas…Y no oyes en este momento, di, al silencio o al amor más alláde las lianas que tejiera para vencer su abismo,asumiendo justamente la muerte con los modos de un espíritu?Sí, en los amantes invisibles está asimismo la otra floro el otro lado de esa flor,llama, serena llama, que viviría de su sombra...Dónde, entonces, aquí, nuestras debilidades hechas dioses?Aquí, lo que llamamos "horror", o lo que llamamos"amenaza",sonriendo desde la semilla, se diría,o equilibrando a las mariposas, si quieres,con un frío que nos duele, es cierto, en lo uno de la sangre...Pero aquí también enfrentando a lo innombrable,algo como los honores de un ángel...
Mas es en nosotros, mi amigo, que la agonía es dividida,terriblemente dividida, y expedida a la ventura...Y aquella música blanca con unos silencios de jacarandaes?Allí y aquí, a la vez, la condena "de la rueda",desde las madres del río y desde las madres de las zanjas...
Y aquí, ay, asimismo, lo que vinimos a buscar..Si el lirio da a los precipicios, qué le vamos a hacer?Hay que perder a veces "la ciudad" y hay que perder a veces"las letras"para reencontrarlas sobre el vértigo, más purasen las relaciones de los orígenes...O más ligeras, si prefieres, como en ese domingoy en esa fantasía que serán...Hay que perder los vestidos y hay que perder la misma identidadpara que el poema, deseablemente anónimo,siga a la florecilla que no firma, no, su perfecciónen la armonía que la excede...O para ser el arpa de Lungmeneligiendo ella sola los temas de su música,lejos de los tañedores que se cantan a sí mismoso que no oyen con los suyos a los recuerdos de las ramasni lo que dice el viento…ni menos ven lo que el viento, por ahí, pone de pie. ..Y aquí, además, las rimas entre los escalofríos de las briznas,con los hilos temblando, siempre más allá de nuestra luz..Y el rostro de Ella no escrito,oh, recién nacido, con unos signos por hallary que serán, oh amigo, los que han de llevarte hasta su esenciacomo las mismas, las mismas letras de tu alma...Pero la viste a Ella,amaneciendo aquí, Ella, de la espuma de las matas,Venus de las colinas. Ella, sobre un flujo de jardín,virgen profunda ésta toda aún de cabellos?
Dulce es estar tendido...
Dulce es estar tendido
fundido en el espíritu del cielo
a través de la ventana
abierta
sobre los soplos oscuros...
Dulce, dulce...
El pensamiento amarillo de allá
es nuestro mismo silencio casi póstumo
libre
sobre los abismos...
Dulce, dulce haber en alguna manera muerto
hasta el primer jazmín de arriba
que titila de súbito
en la misma brisa del poema que leemos...
Dulce, dulce...
¿Pero has olvidado, alma, has olvidado?
Dulce, dulce, bajo el vértigo
de las enredaderas celestes
estar solo con Keats,
bajo Keats, mejor bajo otra liana eterna...
Oh melancolía, oh melancolía que se enciende como un jardín
sobre la terraza que flota en una luz pequeña…
¿En qué urnas etéreas, alma,
olvidaste tu tiempo y tu piedad?
Bajo la breve dicha algo en el aire:
las ramas de la angustia, alma, que llaman...
Una angustia que quiere dejar de ser en todas partes,
en todos, en todos los grados de la soledad...
desde la piedra, acaso, alma,
hasta el ángel que se contrae herido…
La vida quiere unirse, alma, de nuevo, por encima de los
suplicios…
¿No oyes los gritos profundos del edén que quiere ser
con la lucecita desvelada, sí pero tierna, sin el fruto de la
muerte
y libre al fin de sí misma?
Alma, dulce es el sueño,
pero no se roba ahora, ahora, a la memoria del amor?
Ay, el amor, ahora, con los ojos abiertos sobre el infierno,
sin poder alzarlos, serenos, hacia el cielo de todos,
o bajarlos, serenos, hacia su cielo íntimo para más puramente
devolver…
El Aguariba y florecido
Muchachas de ojos de flores y de labios de flores.En la sombra exhalada—¿de qué su dulce hálito?—los vestidos ligeros, muy ligeros, con pintas.
Arde de abejas el aguaribay, arde.
Ríen los ojos, los labios, hacia las islas azulesa través de la cortinade los racimospálidos.
Ríen los ojos, los labios. ¿Veis las muchachas o esla tenue sombra ebriay bordoneadaque se alucina de muselinas clarasy de otras flores vivas—extrañas flores vivas—riendo, riendo, riendo hacia las islas?
Muchachas de ojos de flores y de labios de flores.
Arde de abejas el aguaribay, arde.
El manzano florecido
…Y lo creíamos muerto, abatido por la tormenta.
Oh, la herida profunda que separaba casi el tronco,
y el tejido de las ramas, sobre el suelo. en un anhelo, al parecer,
seco.
Bajo el balconcito, en el sitio hondo, su melancolía ida,
breve reposo sólo de algunas tacuaritas, o encanto oscuro
de algún escalofrío súbito de mariposas amarillas...
En otro mundo, se hubiera dicho, ya
—cuál es, niños, el cielo bajo de los árboles?—,
su indiferencia era gentil para el ramillete de tártago
que quería subir bien a su lado y entre su urdimbre.
¿Qué vida, bajo sus brazos, dulce, se humedecía
que había allí caminitos afanosos
y hierbas para ahuecar, discretas, el sueño de los gatos?
Y él había sido, para la ventana alta, la nieve de la primavera
en las primeras locuras del azul entre sus dibujos ligeros
sobre la ilusión reciente, verde, tenue, del confín de las islas:
¿líneas de Hokusay o imágenes de Tchou chou-Tchenn
en el aire ebrio de las diez?
Y él tendiera sombras de encaje y diera
las palideces nilo y los fuegos del amanecer
en las formas mismas de la delicia, puras,
y él fuera luego, sin "dueño", con esa delicia,
más que el agua de la "canilla" de al lado para la sed alada o
pobre…
Y algunos chicos después, sobre su gracia ya caída, ay,
equilibran sus juegos de la siesta o de la media tarde...
Pero vino Septiembre y una mañana apareció así lo mismo que
una novia,
y abría los ojos pálidos, de seda, sobre el sueño lastimado...
Oh, la invencible luz de la vida que ascendía de la noche herida
en copos que eran tímidas miradas hacia arriba, sí, tímidas. ..
No podía, no, mirar de un poco más allá como antes,
el río sensible y las lejanías sensibles entre los hálitos celestes,
pero el paraíso grande, ahora más cerca, inclinaba sobre él
en todos los momentos del silencio un leve amor morado...
Oh, este amor cuando la sombra dormida se había mullido más
y las flores se hacían más blancas, abajo, como preguntas hacia
el amor,
y no eran ya la luz fiel a la ritual cita de arriba
sino una humilde fe, algo sorprendida aún, de comulgantes…
mientras él, todo él, también, en una presencia que dolía casi,
era la voluntad feliz, desde el lecho mismo del martirio,
de seguir dándose, dándose, a los labios desconocidos del
tiempo…
El pueblo bajo las nubes
Duerme el pueblo. ¿Es ello cierto bajo esta luzcasi nevada de un jardín algodonosoque flota, se abre, y ciérrase sobre las calles solasen una fantasía toda infantil de pura?
Yo sé, oh, que las cosas, sólo las cosas, sólose iluminan en esta irradiación aladay cándida—Grandes cisnes efímerossobre un sueño de cal y de follajes?
Ella…
Ella anuda hilos entre los hombres
y lleva de aquí para allá la mariposa profunda
—ala del paisaje y del alma de un país, con su polen…
Ella hace sensible el clima de los días, con su color y su
perfume…
a su pesar, muchas veces, como bajo un destino.
Testimonio involuntario, ella,
de un cierto estado de espíritu, de un cierto estado de las cosas,
en que la circunstancia da su hálito. ..
Pero se dirige siempre a un testigo invisible,
jugando naturalmente con la tierra y el ángel,
el infinito a su lado y el presente en el confín...
Mas es el don absoluto, y la ternura,
ella que es también el término supremo y la última esencia
con las melodías de los sentidos y los símbolos y las visiones y
los latidos
para el encuentro en los abismos...
Mas tiene cargo de almas, y es la comunicación,
el traspaso del ser, "como se da una flor", en el nivel de los
niños,
más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma…
Y no busca nunca, no, ella…
espera, espera toda desnuda, con la lámpara en la mano,
en el centro mismo de la noche...
Ella…
Ella estaba enamorada de sí misma…Oh, los espejos...
Oh, la embriaguez de platade ellaen el aire de los zarcillos…
Luego fue de los velos…Las nubes del otoñosólo,sólo, ay, para una novia...Los velos...
Y fue más tarde de las hojas...pero de las hojas como joyasdel viento...Las hojas...
Y con el tiempo fue del río…mas lo mismo que un ala,a veces invisible,sí....o una ramilla, al ras, midiendola danza...Un ala y una ramillaúnicamente… ay,del río…El río…
Después, después, las cosascon su perfumeséptimo…Y ella, las cosas mismasbuscándose,para la comunión?,para la adoración?
Y ella, las almas mismastambién,buscándose las manosen los laberintos,tras de todas las rejas,a través de todos los órdenes.. .a través de todoslos mundos...
Las cosas y las almas...Y al fin, ay, al fin.. .el grito hacia el maro la noche...El grito de la niña,o de algoque ya no se veía,sobre el últimohilo…En la ribera, es cierto,sólo un hilollamando?La pregunta a las estrellasperdida, es cierto,en el jamás?
Pero por qué, por qué,a la vez,menos que una vibración,menos,ella,en la corriente de las profundidadeshacia la edadverde…sube, sube de repente, sube...sin nombre,desde todas las presiones?
Y por qué, por qué,de repente en la luz,quemada por un ángel,por quésale de la luz, ella, corriendo...corriendoa los caminos de la sed,con el vaso de agua en las manosy descalza,por qué?...
Ella iba de pana azul...
Ella iba de pana azul entre las manzanillas. Ella.
La mañana pesaba ya dulcemente.
¿De qué color la sombrilla contra el amor de Octubre?
Entre las manzanillas ella iba.
Entre la nieve ardiente ella iba.
¿En qué ligerísima penumbra sus labios florecían?
(Oh, sin la penumbra,
toda la abeja del aire,
toda, sobre sus labios...)
Entre las manzanillas ella iba.
La voz, la voz de niña, algo indecisa aún,
con pudor, con cierto pudor, de los pétalos ebrios…
Esa edad de Jacinto, ay, y ese aire…
Entre las manzanillas ella iba toda de pana azul,
de un azul más grave que el del Domingo, azul, porque ya era
el destino
de ojos a veces bajos o turbados.. mi destino.
Mi destino... Y yo a su lado, qué?
Ella iba de pana azul entre las manzanillas. Ella.
En las gargantas del Yan-Tsé
Qué oyó Tou-Fou, qué oyó
en estos silencios que no dejan de subir y a la vez de caer,
fluidos de iris,
así,
a pesar de su espanto sin tiempo?
Sintió, solamente, como Li-Tai-Pe, que se prendían unos gritos
por ahí?
Y el vértigo de la piedra,
y el vórtice de la angustia
que no admite, de improviso, ni siquiera su agonía,
de paja,
aleteando, invisiblemente, casi,
en un junco...
que no admite ni eso para perderse, para perderse, en seguida,
en un sin límite
de congoja. . . o de niebla?
Es Otoño, muchachos...
Es Otoño, muchachos. Salid a caminar.Otoño en su momento inicial, más hermoso.No os engañará este azul casi alegre?¿Alegre?¿La profundidad tiene alguna vez alegría?
¿No os engañará este verde joyante por momentos?¿O esta invitación alada de la tarde?No, una honda presencia deshace las azules sombrasy apaga la alegría del campo—un luminoso, puro sueño que tiembla.
¿Cómo, y la tarde no se corona de florescomo de un fuego quieto de ángeles guardianes?
Ya está el viento, muchachos, el viento del otoño, del otoño,violento o suave casi como un suspiro,una enfermiza almade qué oscuros reinos?que revela en las cosasun herido pensamientode sorprendidas criaturas.
El viento,niño fúnebre que juega con las últimas ilusiones del cielohasta darle una aguda limpieza de extraña agua final.
El viento, muchachos, el viento infinito.
Entre diamante y Paraná
Un cielo de prelluvia
demora y demora un estupor de grises
y de azules... de azules, es cierto en inminencia aún
de decidirse...
lo demoraría
hasta esa penumbra en que habrá de desleír
su silencio, al fin,
apenas, éste, apenas, muy apenas, caído
o negado en una poco menos que adivinación de arpas, o de
brillos
a soñar pero que flotarían
en hilados, quizás, con intermitencias, por ahí,
en una casi ceguera, entonces, por encima
del tecleo que habrá de cristalear, por su parte, se diría
en abismamiento
a los lados de las banquinas?:
las ramitas
deberán por él, consecuentemente, de seguir
digitando su llamamiento, o qué?, de junto o en medio de un
misterio de marismas
sobre una nada de vidrios?
Pero el camino
se enciende, ahora, en la irradiación de una agonía
que fija
altísimamente una nube o un cisne
más bien, de gloria, o mejor, una suerte de capullo del cual no
se sabría
si se despide
o si en un fluido de oro y rosa, transcielamente, ya replica
el amanecer de sus suspiros...
Y son allá y más allá unos pasajes, no?, de trigo
en subida
o en vaporización o espectralmente en fuga entre las cintas
de un verde por anochecer y todos en la misma
melodía
que despliegan y despliegan lateralmente los minutos
que armonizándose en otra línea,
hacia arriba,
llegan a extasiarse en una como transfiguración de rayos de
jardín
o de recuerdos, en un haz, de visos…
Mas he aquí que uno de éstos se extravía
al abatirse
y da en descubrir
lo que quedaba a un lado del asfalto, en un equívoco
de denuncia, al exaltarlo precisamente así:
lo que quedaba de un perrito
que alguien, quién?, separase de la madre y de los otros
de la cría:
consignados, me dijeran, sobre una bolsa, en un
declive
a la margen de la ruta y contra un grupo de arbolillos…:
consignados en la prisa,
entonces, del desasimiento y del endoso, que se sigue,
del fastidio..
consignados a lo fortuito
de una "piedad" que, por su parte, en el vacío que la
aspira
sólo puede, a lo sumo, ir delante de sí
y oír
únicamente el zumbido
de un tiempo que quisiera apurar hasta el límite
y ello siempre que no lo asimile
éste, y a lo largo, ensordecedoramente, del día…
Y entonces, me parece que la puérpera hubo de preguntar en
medio de hipos
a ese desconocido
que le alzara su hijo
a un destino
al que sólo le fuera dado lamer casi en seguida
entre acaso fintas
que le impusiera el tráfico, ciertamente, ay, obstruido
por ellos allí
desgarradas aquéllas de su parte por gritos
ante el horror que aún quizás se le infligiera de que ella debería
lacrar con su vida
eso a cuyo misterio no pudiese sino despertar más los
latidos
y tenderlos no solamente por todo el curso, diríase,
de la luz, pero asimismo
por el de la propia sombra con el juego entre sí
de la fascinación de los faros hasta la corrida
de la vigilia
por desprender la última a tiempo que la vela asimismo
de las luciérnagas fosforecía
el fin
de los escalofríos
sobre el propio, en correspondencia, de las briznas...
Y fuera en ese momento cuando probablemente más habrá
sentido
la ausencia de aquel, de cualquier modo, calorcillo
que les asignaran por ahí
la dispensa de lo que, ciertamente, significase un "abuso de
familia"
pues el descendimiento para asistirlos
de ese cielo que llegaba por momentos aun a adherírseles,
no llegaba, a fuer de "animitas"
que era, a tocar justamente, el lado de su frío,
ese que le hiciera desesperar en la ocasión, más si cupiese, los
aullidos
en la necesidad de oír
allende los vanos que abrieran, fugitivamente, los ruidos
del amanecer de la vía
un posible
de respuesta, a pesar de los pesares, de alguna viejecita
o de algún linyera, desprendidos
de su pesadilla,
pero sin duda ellos, con oídos,
a los que siempre, siempre, no se sabe, no, qué nadie,
tras la reverberación misma,
les vuelve solamente, ay, solamente, a los gemidos...:
ellos así
los únicos, o casi, conforme a la experiencia que de por ahí
tuvieran los fieles de las otras jerarquías
del Olimpo...
capaces de cortar a tiempo el lazo de lo definitivo
por correrse sobre unos hálitos...:
ellos así
como ángeles en trapos en esa lividez que profundiza
todos los precipicios
en que el alba va cediendo, ya, a los pies
de los forzados de la intemperie
cuando sin saber cómo no son éstos aspirados, de improviso,
entre los espartillos...:
ellos así
para escuchar o adivinar bajo o entre la circulación, todavía,
del ruido
los silencios que tiritan
desde el extremo, se dijera, ya, del hilo...:
ellos los aparecidos,
literalmente, de este lado, para hacer que aún no pasen al otro
de su limbo
sus hermanos de aquí
si para ello bastara algo de lo recogido
de las bolsas de la noche de bajo las aceras cuando en la
amanecida
del volcadero, bajo un verde de volidos
ya, o en medio de un crema ya también de ensortijados en
hilitos
y entre el óseo de los otros digitales, asimismo
urgando, pero todos nivelados, madrugadoramente, allí,
por las urgencias de la bulimia...:
aparecidos
además, en esa eternidad de un segundo de la ausencia bajo el
filo
del juicio
a los olvidados, por ellos asumido...:
o aparecidos
de qué providencia, sencillamente, aunque en equilibrio
acaso también para asistir
en su desliz
a los anónimos de siempre o que parecieran elegidos
de las caídas...
Pero elegidos
ellos, a la vez, por qué no?, para que el alba se redima
y así
que la luz de la leche siquiera en algún sitio
sensibilice
en ese azulamiento de la fuga hacia lo alto que habré luego de
cernir
el desdén, casi, del "espíritu"...
sensibilice o vaya sensibilizando lo que a éste, al fin,
justificaría
por los desheredados, paradójicamente, de sus "títulos"
entre los grumos de su nadir
inclinándose para lavarle a través de las figuras
de su piedad, con el rocío
que, llorase, desde sus estrellas, ella misma…
para lavarle lo que, después de todo, fueran por
allí
humanamente, sus pies...
Aunque ello, es cierto, en las antípodas, y más que
espacialmente, del continuo
que allá vuelve las arcillas
y las lianas y los aires de un revés de apocalipsis
en los estallidos
de una de arañas de teratología o gigantismo
y la llovizna
de los desfoliantes de amarillo, sólo, a no dudar, para
amarillos
y las "flechitas"
con aletas para demorar por tres lunas el cruce a la otra
orilla,
y un lo inasible
de salientes por la noche ya de los tejidos…
y todavía
los globos en deshojamiento de esquirlas
ajenas al metal pero en familiaridad, sin embargo, con
el secreto de los gritos. .:
todas las "técnicas", en fin,
de la desintegración y de la perennidad de la agonía
para reducir
a los condenados a un infierno de tres décadas, ya,
y por estar, al último, en el círculo
de la estrategia de la ceniza
que hundiría
para siempre, después, en cavidades de cosmogonía,
a lo demás del continente con la única
culpa de haber ensayado recuperar, colectivamente,
y aun abrir
las líneas
del yan y del yin...
Y más, hacia el Este "cercano" de la "civilización", las mujeres
y los niños,
reos de discurrir,
desde luego, sin saberlo, sobre el oro de las
profundidades, cuyo viento necesita
aquélla ilustrar e invertir
en las llamas de la purificación para el dominio:
reos, pues en el suplicio
de los pronunciamientos de fósforo cayendo de unas
alas en la apertura
de unas villas…
Y en otro nivel, la "civilización" que se inflige,
en el mejor de los casos, por el señuelo de unos "bienes"
a cortar el circuito
de una sabiduría
que florece a su hora, bien que en lo invisible,
que debe, quizás, a unas corrientes que presionan
silenciosamente, desde siglos...
Y eso cuando ella no revierte contra la propia cetrería
las artes de sus neblíes
pero superándolas, progresivamente, hacia la caza de
los miedos,
o de los monstruos de por encima
de por dentro y de por bajo si en los infinitos
que acechan asimismo...
Y, ah, por añadidura, de este lado, en la Amerindia,
igual descendimiento de los "súper", para horror de la floresta,
a ras de los que pisan
o poco menos, ignorándolo también, unas minas
del combustible.
Y ello por entre los claros que tapa a continuación, de
improviso,
una fatalidad de aluminio que todavía
acosa, si cabe, de más bajo, a las familias,
hasta la ilusión de las barquillas,
pues entonces aquélla habiendo encontrado una manera de
vacío
sobre el afluente en fiebre al blanco, por
minutos del mediodía
le adelanta un crepúsculo, en dehiscencia, de cobrizos…
Y es más arriba
el suicidio
en comunidad de las tribus
ante el solo trueno que anuncia el genocidio...
Y es ahora mismo
el expatriamiento, en inminencia, de las
dríadas del origen
a la aventura de una orilla
del mar de energía
o de la "presa" a alimentar o a sangrar, de verdad,
bajo la desnudez de algunos ríos
por los fantasmas, acaso, ya, del fin
de Nandurú—Arandú...
Hay, pues, Stefan George, algún momento, en realidad,
que dé todo de sí
cuando al curvar, jardinadamente, un recuerdo de círculo,
deja caer un eco, diríamos,
de uno de sus pétalos sobre la propia palidez también en ida
de la ruta y enciende como un casi imposible
de memoria más que abre unas líneas
que nos toca seguir
vueltos, súbitamente, a pesar nuestro, del olvido
del Estigia,
y con todo que a aquél, en nuestro caso, le hubiésemos,
naturalmente, de abrir
hacia los espacios, por qué no?, del devenir
o de su devenir
con el concurso de hadas y silfos
a través de la penumbra y a través aun de la misma
sombra: ellos, entonces, en instrumentistas
de lo invisible?…
aunque… aunque… es cierto que las ondas que ahora no
inmunizarían
despliegan, concéntricamente, a la vez,
la amanecida
en una rosa aun de cinc
que toca, en verdad, muy apenas las orillas,
pero en la presión, ya, no puede negarse, desde el fondo del río,
de una piedad que se decide
a amartillar el propio corazón de los siglos...
Fui al río...
Fui al río, y lo sentíacerca de mí, enfrente de mí.Las ramas tenían vocesque no llegaban hasta mí.La corriente decíacosas que no entendía.Me angustiaba casi.Quería comprenderlo,sentir qué decía el cielo vago y pálido en élcon sus primeras sílabas alargadas,pero no podía.
Regresaba—¿Era yo el que regresaba?—en la angustia vagade sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.De pronto sentí el río en mí,corría en mícon sus orillas trémulas de señas,con sus hondos reflejos apenas estrellados.Corría el río en mí con sus ramajes.Era yo un río en el anochecer,y suspiraban en mí los árboles,y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.Me atravesaba un río, me atravesaba un río!
Grillo en marzo
Oh, solo de Marzo,
qué nos quieres decir, así, tan persistentemente, así
por encima: del nadie
que palidece…
o desde allí donde se hacina, apenumbrándose, y parece tener
frío, él,
a pesar de eso, frío, frío,
ya, frío?
Qué?…
acaso que la flauta ha de asumir, crepuscularmente, el aire
que, sin aviso, no?,
enajena a la eternidad
el silencio...
o que la propia caña, por otra parte, se debe a la vigilia o al
peligro
de un hilo por quemarse
sobre las huellas mismas
de un ángel?
Qué?…:
que la hebra de los llamados, desde los milenios, continúa
sin recogerse jamás,
jamás, frente a los precipicios…
y que si a veces no se oyen, no dejan, por eso,
nunca, nunca,
de tocar los oídos
que los esperan sobre la noche...?
Qué?…
que la gota, siempre, tiene el tiempo consigo
para hacer que crezcan
raíces sobre el éter, y ramas, ramas, debajo del abismo..
y todavía
para abrir las alas de la piedra...
o que, multiplicándose hasta la avenida sigue ella conservando
últimamente la palabra
sobre las siete murallas
o la muralla que amasan y cimentan, y aún, escalan, los huesos
de los siglos
con cadenas, ay todavía?
Qué?…
que algo igual a una sonrisa atraviesa los límites
y es, quizás, una florecilla
que sobrevive, por el anochecer, a su tallo...
y sigue flotando, flotando más allá de la llama y más allá de la
ceniza,
desde el "centro", tal vez, de la "cinta",
y del otro lado del miedo
y del terror mismo,
porque sería, ahora, una con la serenidad y la ligereza y la
alegría,
en la "línea" que no ondea
ya?
textos
La historieta gráfica o cómic consiste en la narración de una historia a través de una sucesión de ilustraciones que se completan con un texto escrito. También hay historietas mudas, sin texto.El lenguaje del cómic:El autor de un cómic organiza la historia que quiere contar distribuyéndola en una serie de espacios o recuadros llamados viñetas. El texto escrito suele ir encerrado en lo que conocemos como globo o bocadillo que sirve para integrar en la viñeta el discurso o pensamiento de los personajes y el texto del narrador. La forma de los bocadillos depende de la intencionalidad del contenido.Características:a) La narración es rápida. Los acontecimientos se suceden con gran celeridad; las descripciones se hacen a través de la imagen.b) Se reproduce el lenguaje coloquial con:Titubeos (¡ca... caramba!).Alargamientos de palabras (cuidadooo!).Frases interrumpidas (y, de pronto...).Frases cortas, exclamaciones, interrogaciones... (¡Tengo hambre!).Expresiones populares (¡Córcholis! ¡Hola, chato!).Reproducción de sonidos, ruidos, golpes... (¡Guau! ¡Boom! ¡Buaaa!).Sustitución de las palabras por signos (?, !!, *).c) Se utilizan recursos humorísticos:Nombres humorísticos (Rompeplatos, Carpanta, Pantuflín).Imágenes (Es un lince).Comparaciones (Es fuerte como un león).Situaciones contradictorias (Toma guapo, aquí tengo una porra de recambio).Ironías (Con estos chicos irá usted lejos...).Hipérboles (De ahí no saldrán hasta que canten los melones).Equivocaciones (¡Suelta, "Toby", que no es un ladrón...!). Afirmaciones en son de burla (¡Le felicito, Pórrez! Esto es trabajar con tesón y esfuerzo).
El Paraná es un rio de América del sur que atraviesa la mitad sur del subcontinente y forma parte de la extensa cuenca combinada del Plata.Esta cuenca recoge las aguas de la mayoría de los ríos del sur del continente, como el Paraná, el Paraguay, el Uruguay, sus afluentes y diversos humedales, como el Pantanal. Es la segunda cuenca más extensa de Sudamérica, sólo superada por la del río Amazonas.La unión de los ríos Paraná y Uruguay forman el estuario denominado Río de la Plata, donde el Paraná desemboca en un delta en constante crecimiento, producto de los sedimentos que aportan, principalmente, los ríos Paraguay y Bermejo.Paraná es el apócope de la expresión "para rehe onáva" que en idioma guaraní significa "pariente del mar" o "agua que se mezcla con el mar".
Esta informacion es para comenzar el trabajo de los 5 sentidos :
(rio + paisaje) + (5 sentidos) + (ortiz + berger)= sucede de noche
John Berger, Nacio en Londres en 1926, notable crítico de arte, pintor y escritor, Berger se formó como artista en la Central School of Arts, y comenzó su carrera como tal exhibiendo sus obras en diversas galerías londinenses. Durante la Segunda Guerra Mundial luchó en el ejército británico. Tras ésta, comenzó a realizar crítica artística mientras enseñaba dibujo, publicando numerosos artículos en revistas como el New Statesman; sus opiniones polémicas acerca del arte moderno junto con su humanismo marxista le concedieron notoriedad. Obtuvo el Premio Booker en 1972 por su novela G. Se casó dos veces, teniendo tres hijos fruto de su segundo matrimonio.Muchos de sus textos, que varían desde estudios sociológicos a novela picaresca, se centran en la experiencia (para él la escritura no es una profesión, sino un modo de aproximarse a lo experimentado), como puede observarse en su famosa trilogía De sus fatigas, publicada en los años 80, que trata el cambio social producido por el paso del ambiente rural al urbano. Para él la escritura va profundamente vinculada a la ideología política, como ha demostrado en múltiples obras y ensayos; y ha tocado casi todos los géneros: novela, artículo, cine, destacando sobre todo su ensayo Modos de ver, que se ha convertido en una referencia inevitable para todos los historiadores de arte.
El Paraná es un rio de América del sur que atraviesa la mitad sur del subcontinente y forma parte de la extensa cuenca combinada del Plata.Esta cuenca recoge las aguas de la mayoría de los ríos del sur del continente, como el Paraná, el Paraguay, el Uruguay, sus afluentes y diversos humedales, como el Pantanal. Es la segunda cuenca más extensa de Sudamérica, sólo superada por la del río Amazonas.La unión de los ríos Paraná y Uruguay forman el estuario denominado Río de la Plata, donde el Paraná desemboca en un delta en constante crecimiento, producto de los sedimentos que aportan, principalmente, los ríos Paraguay y Bermejo.Paraná es el apócope de la expresión "para rehe onáva" que en idioma guaraní significa "pariente del mar" o "agua que se mezcla con el mar".
Esta informacion es para comenzar el trabajo de los 5 sentidos :
(rio + paisaje) + (5 sentidos) + (ortiz + berger)= sucede de noche
John Berger, Nacio en Londres en 1926, notable crítico de arte, pintor y escritor, Berger se formó como artista en la Central School of Arts, y comenzó su carrera como tal exhibiendo sus obras en diversas galerías londinenses. Durante la Segunda Guerra Mundial luchó en el ejército británico. Tras ésta, comenzó a realizar crítica artística mientras enseñaba dibujo, publicando numerosos artículos en revistas como el New Statesman; sus opiniones polémicas acerca del arte moderno junto con su humanismo marxista le concedieron notoriedad. Obtuvo el Premio Booker en 1972 por su novela G. Se casó dos veces, teniendo tres hijos fruto de su segundo matrimonio.Muchos de sus textos, que varían desde estudios sociológicos a novela picaresca, se centran en la experiencia (para él la escritura no es una profesión, sino un modo de aproximarse a lo experimentado), como puede observarse en su famosa trilogía De sus fatigas, publicada en los años 80, que trata el cambio social producido por el paso del ambiente rural al urbano. Para él la escritura va profundamente vinculada a la ideología política, como ha demostrado en múltiples obras y ensayos; y ha tocado casi todos los géneros: novela, artículo, cine, destacando sobre todo su ensayo Modos de ver, que se ha convertido en una referencia inevitable para todos los historiadores de arte.
martes, 14 de julio de 2009
una vista diferente a partir de la participación
Estuve investigando un poco con los autores que la profe nos dio y se me ocurrieron otras ideas para trabajar sobre el rio, espero poder encontrar todos los elementos para poder realizarlo. Es como un juego, en donde se utilizan los sentidos y su respuesta es que puedan llegar a lo representado dentro de la caja; es una buena propuesta espero poder ponerla en marcha ya que se necesitan varios elementos que no son facil de transportar.
Necesito una cortina negra, caramelos, agua, ventilador,y el sonido.
Necesito una cortina negra, caramelos, agua, ventilador,y el sonido.
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